miércoles, 31 de julio de 2013

No sólo no la levantó sino que se cagó en los que sí lo hacemos.

Otra vez la gente mala. Porque no hay otra forma de definir determinados tipos de actitudes en algunas personas.
Caso recurrente en este último tiempo en mis redes sociales y en alguna entrada de blog publicada hace apenas unos días el que vivo nuevamente en la plaza y ahora comparto acá.
Un hombre joven, con mameluco de médico o practicante (para el caso es lo mismo), con un labrador que hace sus heces, en cantidades proporcionales a un perro de ese tamaño, no levanta las mismas. Entonces yo, otra vez (lo seguiré haciendo cada vez que tenga oportunidad) me acerco y le ofrezco un bolsa para que recoja eso que le corresponde no dejar en el piso.
A todo esto me dice que no, que como él ve que hay mierda en el piso, alegando que nadie la junta (y acá exageró ya que si bien son muchos los desubicados que no recogen las deposiciones de sus animales también están los que como tantos otros y yo sí lo hacemos) piensa dejarla ahí ya que de hecho siempre lo hace de esta manera. Acto seguido, no esperando yo, por mi parte, tal respuesta de este mamerto, y con claros signos de estar absolutamente sorprendido ante tal desfachatez humana, le pregunto sin salir de mi asombro si en efecto no iba a aceptar finalmente mi bolsa, y el susodicho me responde que no, y se aleja, con cola de paja, me di cuenta, pero para el caso que importa si lo importunó mi aparición; más teniendo en cuenta que siguió en su tesitura de cagarse, literalmente, en mi y en todos los que sí hacemos lo que debemos con respecto a este tema.
Por eso, otra vez lo comento, lo comparto y le dedico una entrada de mi blog ya que nunca dejaré de admirarme negativamente, por supuesto (como sinónimo de horrorizarme), ante tanta desidia, falta de respeto, idiotez, e hijaputez humana.

domingo, 28 de julio de 2013

A veces, un poquito más afortunado aún.

De vez en cuando, cada tanto, yo me siento un poquito más afortunado que de costumbre, y al contemplar en vivo y en directo -a mediados de semana quizás y en un horario pico del día- una imagen como ésta, valoro lo pequeño y lo grandioso de la vida, expresado en fotografías como ésta que ven ahora y que va más allá del papel o del archivo JPG pudiendo llegar a abrazar y reconfortar el espíritu, mi espíritu al menos.
Sí, lo aseguro.
Y podré estar pecando de naif quizás, o directamente de bobo (boludo), pero no importa; yo disfruto, valoro y aprovecho todas estas cosas también y nadie me quita lo experimentado.
Lo recomiendo amigos, lo recomiendo.

jueves, 25 de julio de 2013

"¿Quiere una bolsa para juntar lo que hizo su perro?"

Muchas veces la gente humilde es también la más impertinente. Y lo digo porque esta forma de ser, arrogante, suele asociarse generalmente sólo a la gente de mayor poder adquisitivo pero, ya ven, está en todos los seres humanos.
La otra tarde veo en el parque, mientras estaba paseando con Boro, mi perro, que una mujer, (ese día como otras veces, ya que la tengo vista en ese lugar), no recogía las heces de su perro, y entonces en lugar de decirle algo al estilo reprimenda (no me correspondía a mi adoptar esa actitud) me acerco para darle una bolsa (de las mías) y decirle: "Señora, ¿quiere una bolsa para juntar lo que hizo su perro?"
Acto seguido la mujer se ofendió y comenzó a decirme, en tono claramente perturbado, que no le dijera "eso" sólo a ella, y que viera y le dijese a todos los que estaban en la plaza que juntaran la caca de su perro. (¡Qué delirio! ¿Cómo podía saber ella si yo le decía o no le decía "eso" a los demás o solamente lo hacía, por caso excepcional, con ella? En fin, dejémoslo ahí ya que ese estilo de conjeturas y tejes de alguna gente es para otro tema.)
Entonces, continúo, yo le aclaré que siempre hacía lo mismo con todos los que no recogían las deposiciones de sus animales, y que eso que acababa de hacer con ella era con la mejor intención producto de haberla visto en anteriores ocasiones hacer lo mismo que hacía en ese momento; pero de todos modos ella siguió repitiendo lo mismo, como quien no tiene bases ni fundamentos para su enojo, amén de carecer de armas para entablar un diálogo, claramente.
Por eso lo de que muchas veces la gente humilde (social y culturalmente), como se notaba en el caso de esta señora, suele ser también la más impertinente, y la de mayor verborragia, a la hora de expresar algo que no acepta.
Acto seguido, le entregué la bolsita, que por supuesto -afortunadamente- aceptó, y me retiré saludándola amablemente (al menos intentando serlo).
Entre otras cosas yo tomo esta actitud de ofrecer "a quien sea" una bolsa, a modo de combatir la haraganería o pereza de levantar las deposiciones de los animales que se pasean, ya que creo que es ésta la mejor forma de manejarse para que el fin pretendido (que se asuma la responsabilidad de levantar la caca de los animales) prenda más fácilmente sobre quien recibe la bolsita que si se lo hace reprendiendo por una actitud que aunque definitivamente está mal -y no hay discusión en este tema- quizás bien podría originar que se le diga a uno que quien se cree que es para meterse a decirle a alguien que hacer o no hacer. Además, la verdad, para que va a andar uno haciéndose el "maestro ciruela" sobre personas que en algunos casos seguramente poco les interese escuchar, aprehender y cambiar su actitud frente a hechos que impliquen una mejor convivencia entre todos los integrantes de una sociedad, cualquiera sea esta.
Por eso el ejemplo, a mi entender, es la mejor herramienta para que se modifiquen las cosas a corto o a largo plazo en los diferentes aspectos de la vida.
Es así. Como siempre sucede, hay de todo en la viña.

martes, 23 de julio de 2013

Quizás en eso consista la pequeña superación diaria.

Estando en la ciudad de Mar del Plata el último fin de semana largo del feriado del 20 de junio, día de la bandera, en uno de esos momentos en los que andamos caminando la ciudad y recorriendo los sitios que aunque ya visitados nunca nos saben iguales en su recorrido, vi a un señor de edad mayor, que iba haciendo ejercicios y todo tipo de esfuerzos, que se notaba a las claras que eran algo fuertes y exigentes para alguien de su edad; pero que en este hombre no representaban de mayores bríos.
Lo vi, me asombró positivamente ver esa imagen, y luego seguí con lo mío y lo de quienes estaban junto a mi realizando ese placentero paseo de caminata, propio de las visitas invernales a esta ciudad.
El tema es que en determinado momento, estando yo a esa altura del paseo sentado en los bordes de los pilares que dan al mar, previo terreno de rocas que hay entre éste y la acera, veo al mismo señor que antes había visto por la calle, ahora caminando por las rocas que en forma irregular y empinada delimitan, como dije, el mar con la superficie continental.
Por este motivo lo fotografié al instante teniendo en mente en algún momento plasmar, aquí en mi blog, esta experiencia que yo sentía que vivía de ver algo tan loable.
Y me asombré de tan intrépida empresa llevada a cabo por este hombre y después de tanto asombrarme y comentar la hazaña que el protagonista de esta entrada realizaba cerré este espectáculo visual con la siguiente reflexión: Quizás en eso consista la pequeña superación diaria, esa que no es una gran hazaña única o esporádica (como yo la veía y entendía) sino aquella que de constante y repetitiva se convierte en la gran hazaña y en el óptimo logro que hacen que alguien sólo se vea grande para los demás (para mí en este caso) pero no para quien la lleva adelante.

miércoles, 17 de julio de 2013

¡¡¡¡¡Cuánto nos necesitan!!!!!

Ellos nos necesitan desde todo lugar y actitud. Ayudándolos a ser libres, a que se les ame realmente sin distinción entre una u otra especie, a que su vida se valorice al mismo nivel que la humana, y a que sean respetados en toda la extensión de sus vidas.
Nosotros, con nuestras acciones, pequeñas o grandes según la posibilidad de cada uno, podemos y debemos formar parte del hermoso colectivo humano que trata de que todo esto sea un hecho y no sólo una intención vana que se queda en eso, en la intención.
Por eso, con respecto a circos con animales, es fácil, no asistan a sus funciones y vean la forma de ayudar a terminar con esta triste costumbre antinatural de agredir, maltratar y lastimar a un ser inocente y bueno, para entretener a otro egoísta y despiadado que es quien asiste a este triste espectáculo.
Es simple. NO VAYAS AL CIRCO CON ANIMALES. De alguna forma, ellos te lo estarán agradeciendo. No lo dudes.



lunes, 8 de julio de 2013

Cada persona, un misterio.

Cada uno/a es como es, eso queda claro, de ahí también eso de que cada persona es un mundo; pero cuando hay cosas evidentes que no podrían esperarse de otra manera, sea quien sea que las protagonice, y por el contrario se dan de otra manera, da para pensar en que algo no marcha bien.
Tal es el caso de cuando se presuponen cosas que pueden darse por hechas en forma anticipada sin temor a equivocarse, ya sea porque no hay manera de evitarlas o porque así han sido estipuladas, y luego sucede que no se dan de la forma anunciada y sobreviene el desconcierto general que en el mayor de los casos deja un cierto descontento, quizás innecesario o injustificado, pero que aparece solo, sin que se lo busque o desee.
Es así, personas del mundo real, cada persona es un mundo; ese propio mundo y universo que representa un auténtico misterio para el resto de los mortales, definitivamente.
Y en ese mundo individual, infranqueable y desconocido, es donde no debemos depositar otras expectativas más que aquellas que sean necesarias según el caso y el contexto; porque como se sabe, y ante el misterio del otro -como ser autárquico aunque hasta cierto punto en muchas ocasiones, y único e irrepetible- muchas veces puede sobrevenir en nosotros la desorientación y la confusión.

viernes, 5 de julio de 2013

Antes que anochezca.

La vida de Reinaldo Arenas estuvo sumida en la pobreza durante el tiempo de su niñez, la opresión en su adolescencia y la angustia en su adultez. Él nunca vivió, a pesar de que experimentó fugaces momentos de liberación, en un estado de libertad y relajación pleno. Todo lo que tuvo que ver con su vida estuvo siempre ligado a la desatención en su niñez y a la persecución en su adultez.
Toda una infancia encuadrada en la desatención que rodea a la pobreza extrema, esa que hace que la gente haga prevalecer otro tipo de cosas antes que aquellas que tienden a fomentar el trato, la atención y los vínculos (así se mantenga una relación familiar que pueda asemejarse a la del estar presente), es la resultante de una desidia que por otras necesidades vitales como la de no morir de hambre van trasladando hacia otro lugar de menor importancia el trato cotidiano, fue lo que plasmó en sus relatos este autor que de adulto, y ya antes entrando en su adolescencia específicamente, pasó a experimentar el tormento de la persecución constante por querer seguir manteniendo esa libertad que la pobreza le confirió en sus primeros años de vida expresándose ahora, en esta nueva etapa, en forma libre y desestructurada a través de la escritura, con respecto a reglas vigentes desde un estado nacional que venía a reemplazar a una dictadura, la de Batista, y que él veía como otra peor, la de Castro. Básicamente este fue su pesar y sufrimiento constante, frente al cual Arenas trató de seguir adelante, siempre, mientras que fuera necesario hacerlo, claro.
Tiempo aciago, por lo tanto, el que transcurrió desde el momento de su nacimiento en Aguas Claras, Cuba, en 1.943 hasta el de su muerte en Nueva York, EE.UU., en 1.990; donde las desventuras, matizadas quizás con la euforia transformada momentáneamente en alegría y disfrute compulsivo en esa característica innata tan propia del pueblo cubano, lo confinaron a llevar una vida en la que tuvo que vivir errante -física y espiritualmente- para nunca sentir que podía descansar y llegar a su lugar.
Reinaldo Arenas tuvo en claro que era un desterrado y que como tal jamás encontraría la paz y el bienestar necesarios para vivir porque él, inconscientemente y a pesar de no querer regresar a Cuba luego de poder salir después de tantos intentos frustrados, sabía que ése era su lugar, donde estaban sus recuerdos, sus olores y todo lo que únicamente podía darle la tranquilidad que su alma necesitaba, y como bien lo deja en claro a lo largo de su vida y de su obra, era esta isla a la vez un lugar del que había que salir en lugar de regresar, aunque en realidad esa otra idea siguiese siempre vigente en él, que esperaba que alguna vez su Cuba pudiera ser libre, algo por lo que tanto hacía en definitiva a través de su vida y su obra, naturalmente.
Antes que anochezca fue el libro final editado luego de su muerte en el que a modo de autobiografía narra el tiempo transcurrido desde que tuvo noción de su existencia hasta que no puedo más y decidió poner fin a la misma.
Libro pintoresco y revelador en los momentos en los que el relato nos lleva por diferentes costumbres y hechos concretos de la Cuba de mediados de siglo pasado, desconocidos o no tenidos en cuenta por quienes pertenecemos a una sociedad un poco diferente a la cubana, tan distanciada en general de las sociedades occidentales tipo; pero también desgarrador en el abordaje de la desesperación provocada por un régimen al cual se apoya en primer lugar (como fue el caso de Reinaldo con respecto al inicio de la revolución comandada por Castro a la que adhirió y acompañó en sus primeros tiempos) para luego, y por rechazo del propio gobierno, sentirse excluido, eliminado, y perseguido, al punto de no poder vivir tranquilamente nunca más, hasta el fin de sus días, aún estando en el exilio.
Pero como no es la finalidad de esta entrada relatar el libro Antes Que Anochezca sino que, a partir de esta obra que resume su vida y su peripecia de búsqueda de libertad en este mundo se dé relevancia y homenajee a un hombre que a pesar de todo vivió incorruptible ante aquello que lo oprimía, es que hay que valorar y resaltar el hecho de que descubrió desde temprana edad que sólo sería a través de mantener sus ideales y convicciones a través de la pluma que seguiría en el camino hacia la plenitud de la libertad, y que no cediendo ante presiones y torturas recibidas, con fundamentos descarados y adosados por antojo para poder inculparle algún delito y arremeter contra él, se mantendría en ese camino de autenticidad y respeto hacia los demás cubanos y hacia el resto del mundo que pensara como él, y fundamentalmente hacia él mismo; algo que consiguió sin lugar a dudas y que el ejemplo de su vida y su lucha literaria lo corroboran.
Conviene desprenderse de cualquier pre-concepto antes de comenzar a leer su obra y fundamentalmente este libro, su trabajo póstumo, ya que es fácil prejuzgar ideas y hechos narrados estando situados a muchos kilómetros de distancia y de tiempo con respecto a la época descrita y los sucesos acaecidos y compartidos por Reinaldo Arenas desde una absoluta honestidad, para poder apreciar en su totalidad la autenticidad y la libertad que brotan a partir de cada línea de este relato en el que muchas veces sólo se encuentra un pedido desesperado de ayuda y, justamente de eso que prevalece en toda su obra, de libertad.

jueves, 4 de julio de 2013

¿La mente en blanco? No, imposible.

Muchas veces me encuentro frente a la pantalla de mi BlackBerry o de mi computadora (los dos canales que utilizo para escribir en mis blogs) queriendo comenzar a desarrollar una entrada y mi mente está como la misma entrada en cuestión: en blanco.
Es en ese (este) momento en el que pienso y pienso y me doy cuenta de que cuanto más lo hago más me voy embotando en este estado del que no puede salir nada, y bueno.
Freno entonces, como voy haciendo a medida que escribo estas líneas a través de mi smartphone un lunes 1 de julio en un horario cercano a las 7 de la tarde estando en el parque mientras acompaño a mi perro y espero que éste juegue y ande por allí, y comienzo a entender que nunca se tiene la mente en blanco, jamás; simplemente porque no se puede ya que es imposible no estar transitando por algún pensamiento, partiendo de la base que mientras se llega a la conclusión de que se está sin ninguna idea en la cabeza ya se está generando al menos un pensamiento y una idea a partir de la noción acerca de la cual se expresa que uno cree sentirse carente.
Por eso si bien comencé afirmando lo que luego -enseguida nomas-  postulé que es imposible que suceda, mantengo la segunda idea ya que así (como lo expresado en primer lugar) creí estar al inicio de esta entrada y como la misma, y por las características pertinentes a lo que apuntaba, iba desarrollándose a medida que era relatada, todo surgía y se revelaba en mi entendimiento a medida que transcurría su creación; reafirmando de esta manera, una vez más, que no podía estar con la mente en blanco bajo ningún punto de vista.
En fin, lleno de ideas. ¿La mente en blanco? No, imposible.

martes, 2 de julio de 2013

La magia de estar ahí.

Estar frente al mar y poder apreciar la inmensidad y la auténtica majestuosidad de su belleza es una de las cosas que más suelen disfrutar quienes tienen la suerte de poder visitarlo cada tanto, y ni hablemos de los que viven a metros de él.
Es una grandeza absoluta el hecho contemplar el espectáculo -no encuentro otra palabra para definirlo- que ofrece este escenario natural a quienes pueden darse el gusto de estar en ese lugar de privilegio que tiene que ver con situarse "ahí", justo ahí, percibiendo el sonido, el brillo y el aroma que parten de ese enorme y cuantioso cuenco de agua salada que atrae a quien alguna vez en su vida tiene la gracia de poder conocerlo personalmente; no dejando ya nunca más de fascinar a su espectador.
Yo adoro el mar. Lo amo y estar frente a él significa para mi uno de los placeres más grandes que pueda sentir en todo mi ser, comparable al de escuchar y vibrar al compás de una buena melodía, sea cual fuere su estilo musical, que seduce  mi espíritu ante tan agradable experiencia.
Yo fui testigo de la imagen compartida en esta oportunidad. Yo estuve ahí, frente a ese reflejo plateado y salado que hipnotizó mi atracción al toparme con él apreciando esa fotografía única y mágica, aún desde minutos antes de capturarla con mi cámara de fotos.
Y soy una persona afortunada, lo sé, ya que varias veces a año puedo encontrarme frente a esa imagen, frente a ese mar, y cada día estoy aprendiendo a valorar este tipo de cosas que no se pueden medir ni comparar con nada de lo material que en algunas oportunidades viene a copar nuestras vidas impidiéndonos valorar estas pequeñas-grandes cosas que tenemos ahí, muchas veces, al alcance de nuestra mano.

lunes, 1 de julio de 2013

En cualquier lugar.

En cualquier ciudad del mundo hay una plaza que nos aleja de los altos y fríos rascacielos que surcan el horizonte de nuestro lugar de residencia, siempre y cuando uno se encuentre en alguna de las grandes urbes que existen alrededor del globo terráqueo, claro; ya que si nos encontramos en el campo o en un pueblo de apenas casas bajas y no mucho más, otro es el panorama y no se necesita del beneficio que se busca y que otorga este tipo de instalación urbana natural que oficia de pulmón de estos conglomerados metropolitanos.
Es así que siempre habrá un pedacito de suelo con pasto y algunos árboles que estén esperando ser respirados, aprovechados y disfrutados por sus visitantes de turno. Relevancia alentadora, ¿no les parece?