domingo, 3 de agosto de 2014

Desencanto real.

Debo confesar que a veces me llevo tremendos desencantos con algunas personas, y en esa desilusión que en sí no es tal ya que podría decirse que tampoco es que tenía alguna expectativa permanente puesta en "esas" algunas personas (sino simplemente que como transcurría la vida basada en experiencias pasadas yo las encuadraba dentro de algún determinado sector de mi valoración personal y afectiva, y que al desencadenarse tal "desilusión", para contuinuar con el término al que he hecho referencia, terminan demostrándome que son diferentes a como las creía, o al menos se mueven con otros valores y consideraciones, y ubicándose ellas solas en otro lugar siendo diferente al que yo les otorgaba en mi vida), es que sufro como sufre cualquiera que se enfrenta a una realidad que no satisface y que además, en cierta medida, agravia.
Y como tengo los opuestos de cualquier ser humano, que por ser humano es sintiente y visceral y sufre todo lo que no sea bello y luminoso en su vida, es que al principio atravieso el dolor, primero, y la desidia con respecto a esa situación y/o persona, después. Una vez pasado el tiempo donde todo se ha revelado y está fresco, sé que las cosas se esfuman como todo lo que no revierte temas fundamentales en la vida, y también se va, junto a ese esfumado, la importancia o real consideración y miramientos que pudiesen haber existido alguna vez sobre tales individuos.
Es así la vida, un devenir de existir alegre y triste, sorprendente y desalentador. No me quejo. Lo sé. Sólo lo comento y lo comparto en mi blog como cerrando un tema que encierra, valga la redundancia, mucho más que un mero tema, y valga la redundancia otra vez.