miércoles, 22 de julio de 2015

“-Y bueno, cada uno hace lo que quiere, total…”

Pienso que mucha gente a veces va confundida por la vida con respecto a la forma de ver o pensar sobre algunas posturas asumidas por otros frente a determinadas cosas. Por ejemplo: uno puede pensar que es un estilo de vida adoptar un modo de vestir o de llevar cortado el cabello o, si se quiere, de profesar cierta creencia o ideología. Ahora bien, cuando se habla de tomar una decisión para la propia vida que también, y en forma principal y absoluta, apunta a mejorar y salvar otras vidas, como es el caso de asumirse vegano (o en una primera instancia vegetariano) para evitar la explotación, el maltrato y la muerte de los animales, no se puede asumir la misma manera de verla y pensarla como una (otra) postura (más) ante la vida porque sería reducir demasiado una actitud que excede la mera opción de hacer algo para uno mismo poniéndola al mismo nivel de otras que podríamos llamar “snobs” en donde sí se hace algo, repito, por uno mismo. Dicho de otra forma; sería como no querer o no poder ver y/o entender la totalidad de tal elección (no ver el bosque y quedarse sólo con un árbol) que viene a significar una modificación que se hace en realidad por los demás, en este caso por los animales, y no por uno mismo; aunque de todos modos la mejoría también le toque a quien asuma este cambio alimenticio y de otras elecciones ya que se mejora su forma valorar y modo de alimentación y, de ahí en más, seguramente su vida, toda. Pero volviendo al punto principal, creo que una elección de esta naturaleza no puede ser tomada a la ligera como una postura de vida, como diciendo: “-Y bueno, cada uno hace lo que quiere, total…”, como otra cosa más de las que tantas veces hemos comenzado a hacer (una clase de spinning, por citar algo) para luego dejar de hacer al tiempo; porque se estaría reduciendo a un gusto o a una selección “a la moda” en todo caso (quizás pasajera, porqué no) y no a lo que realmente es: ayudar desde cada uno con el pequeño aporte personal a evitar el sufrimiento, la explotación y el maltrato sobre otros seres vivos resignando gustos y placeres gastronómicos y de otros estilos que pasan a ser reemplazados por otros que no conllevan ningún tipo de perjuicio para su obtención sobre ninguna otra vida; gustos y placeres gastronómicos que quizás no tendrían porqué dejarnos de gustar pero que, repito, ya no nos interesa consumir en pos de colaborar con el hecho de participar en la acción de evitarles sufrimientos a ellos, lo recalco otra vez, los animales. Y tan cierto es esto último, que además define en gran medida lo que hacemos los veganos (y vegetarianos que van camino al veganismo), que resumo la idea dándole cierre diciendo que los animales que dejamos de comer, de usar como vestido, calzado, accesorios de nuestra vida, entretenimiento, etc., no tienen porqué pasar a desagradarnos automáticamente en esas formas en las que antes éramos sus “usuarios”; y en eso consiste lo grande de tal elección: que siendo un placer que antes disfrutábamos ahora elegimos resignarlo en pos del amor por la vida y porque no queremos seguir siendo partícipes de ese engranaje sociocultural tan añejo, provecto y vetusto que ocasiona egoístamente sufrimiento innecesario sobre vidas inocentes que son maltratadas y, en última instancia, asesinadas para el deleite humano.