viernes, 28 de abril de 2017

(in)Coherencia.

La coherencia lo es todo en la vida. En lo mucho y en lo poco. No se puede hacer una cosa que dé a entender o declame explícitamente algo que va en dirección del blanco para después comportarse y proceder como quien va directamente hacia el negro.
De esas cosas, por las que me doy cuenta que soy alguien opuestamente ubicado en su vida con respecto a la incoherencia, saco que nunca podré avalar una actitud o comportamiento de este estilo; sea quien sea, lo lleve adelante.
Me indigna indiscutiblemente tener que presenciar algo tan básico que debería poder evitarse para no hacer mella en la mera dignidad personal de quien lo lleva adelante ─dignidad que sólo hace a esta cuestión de la coherencia y el respeto propio que se genera alguien en primer lugar a sí mismo con su obrar no opacando otras virtudes o bondades de quien caiga en este vicio; pero dignidad también al fin─ y que sin embargo se hace y se lleva a cabo por algún placer o gusto, personal también, que no se está dispuesto a resignar.
Yo podré ser ─lo soy, lo sé, sin dudas─ de ese tipo de personas que llevan más de un encontronazo o algún menosprecio en su bagaje de experiencias personales por este mismo motivo de nunca, ya desde un lugar inconsciente y absolutamente resuelto racionalmente en algún momento de mi vida o a través de las sucesivas experiencias vividas; decía, de nunca pero nunca ceder ante unas mieles que podrían ser atractivas o al menos encantadoras si me estarían llevando a verme ubicado en algún lugar en el que no todo condiga con lo que soy y hago con mi vida, conmigo mismo, desde siempre.
Es tal vez por este motivo que hoy, viernes 28 de abril de 2017, escribo estas líneas como disparador de alguna idea que no es para nada efímera o general, por otra parte, y que viene a sostener en mí la consigna de que ser coherente es fundamental para sentirse bien y saberse auténtico desde lo personal pero no necesariamente lo más conveniente para ser respetado, seguido o valorado a ultranza por el resto de la gente. Ya se sabe, por estos días, los de esta era moderna, todo va y es para el lado que sople el viento y así se acostumbran todos ─una gran mayoría al menos─ a dejarse arrastrar y ser por esos vientos de placeres, brillantes quizás pero escuetos como todo ese tipo de cosas, propias de estos tiempos.
Es así, y está bueno saberlo. Prefiero quedarme con mi autenticidad vinculante por esa coherencia tan en desuso u olvidada quizás y ser auténtico para mí y para los pocos, pero fuertes vínculos, que me acepten y no ir siendo una veleta que hace algo que luego se olvida para participar de otra cosa en la que si se tuviera en cuenta eso primero que se hizo no se podría siquiera tener la osadía de intervenir.

jueves, 27 de abril de 2017

Tantas vidas.

Es infinito el abanico de momentos por los que atraviesa una vida cualquiera (un ser humano) sin ningún otro aditivo ─esa vida─ que simplemente vivir.
Por este motivo ninguna vida es pobre en el sentido de vivencias y experiencias acumuladas. Ninguna vida quedará jamás obsoleta en su metier de vivir puesto que siempre se va a estar experimentando algo diferente al segundo anterior y esto, sin dudas, es una inmensa facultad ─que se trae desde la cuna y que hace a cualquier vida múltiple en vivencias para de ahí en más ser lo que cada vida es y hace consigo misma─ que nos hace inmensamente ricos. Definitivamente ricos.
Hay que saberse siempre en el momento y lugar justo porque de otra manera, pensándose por el contrario siempre en el lugar equivocado y el momento menos oportuno, se va a estar restando en esa facultad innata de experimentar cosas que fluyan a través de nuestro ser por lo que decante lo vivido en diferentes momentos.
También se podría hacer una observación con respecto a eso de creerse equivocado, de momento y lugar, ya que esto vendría a sumar en el crisol de sentires y experiencias interiores personales experimentadas que seguramente se presentarán para dar paso luego a otros abordajes de la misma empresa concluyendo de esta manera que ese es también otro de los escalafones de tantas vivencias que atraviesa una vida, como dijimos, cualquiera. Algo para tener en cuenta, por cierto.
Que se vive, y eso es lo importante, de esto no hay dudas. Siempre vamos a ir tanteando sobre el camino como “ir”, según el tiempo y trayecto que nos toque experimentar, porque en definitiva ese será el mejor parámetro para “ver” cómo seguir.
Son las vidas que van por este universo tan diferentes unas de otras y tan similares a la vez que si se quisiera hacer una lista que enumerara al menos las principales nociones de cada idea ─igualdades y diferencias─ sería imposible, no el hecho de comenzarla pero sí finalizarla o darle una forma definitiva para que pueda ser presentada como guía a tener en cuenta.
Vivir es una aventura y aunque sea esta una frase tan trillada y repetida siempre toma nuevo significado y justa aplicación cuando se la utiliza o se la dice en contextos como el aplicado ahora.
Por eso, ¿vamos a pensarnos pobres o menos que algunos o, a la inversa, vamos a considerar a otros u otras inferiores a nosotros por lo que apenas podamos ver en la superficie de lo mínimo que se deja asomar cuando uno ve a alguien más?
Sincerémonos y vayamos por la vida valorándonos, sí, pero también, y fundamentalmente, valorando a todos los demás porque tanta riqueza oculta, o quizás demostrada a los cuatro vientos, no puede pasar desapercibida. Al menos no debería.