miércoles, 14 de septiembre de 2016

Estoy triste.

Estoy triste porque todo eso que viví en mi infancia ya no tiene lugar en este tiempo de la adultez; porque haya experimentado o no todo lo que un niño debe experimentar al nivel de sueños, fantasía, emociones y magia ─todas vivencias recomendables a atravesar en cualquier niñez─ sé que ahora, de grande, aunque quiera retrotraerme espiritualmente a ese estado jamás podré conseguir alcanzarlo.
Estoy triste porque cuando uno avanza en el camino de la vida y accede a otro tipo de experiencias, contactos, vínculos, tratos, relaciones, y todo lo que viene acompañado del hecho de crecer y alejarse paulatina pero inexorablemente de los días de niño, uno se aleja de ese ángel que acompaña a cada niño, ese ángel que nos permite ─cuando infantes─ no poder ni tener que fingir acerca de nada y por nada, viviendo todo naturalmente y en el estado más auténtico que fluya de nuestro ser interior, sin ningún tipo de auto censura o de descarte “racional”, algo que tristemente rige el tamiz de los mayores la mayoría de las veces.
Estoy triste porque siento que gran parte de mi ser se resiste a alejarse de ese lugar que no deberíamos abandonar jamás por ninguna promesa que nos auto hacemos implícitamente ante el universo que creemos vislumbrar que nos espera en el momento de alcanzar la aridez de la edad adulta, y porque en otro porcentaje, menor pero porcentaje considerable al fin, siento que inevitablemente me he alejado de ese niño en su máxima esencia ─máxima expresión─ que vivía solo para ser feliz, pasar buenos ratos, divertirse y no buscar ni necesitar de otra cosa o incentivo superfluo para vivir.
Estoy triste porque son contadas las advertencias que vivo, como le sucede seguramente a todo adulto cuando infelizmente se aleja del momento de la inocencia, que me ponen en sobre aviso de esto que experimento ahora y que, quizás felizmente aunque suene contradictorio, me hacen parar y darme cuenta que tengo que hacer algo ahora ─¡ya!─ para frenar la contaminación de ir avanzando y transformando mis días de esta manera y ponerme a pensar nuevamente en que finalidad me he planteado para mi ser, y por tal motivo para mi vida y la de todos los que compartan algún tipo de experiencia, trato, vínculo o afecto conmigo y acercarme a esto otra vez.
Yo no soy ni quiero ser un inmaduro que se ha quedado sin crecer acorde a la vida que va pasando bajo sus pasos, para nada, y por tal motivo mi tristeza va por otro carril; yo necesito seguir emocionándome y creyendo en la magia de que nada debe ser tan estipulado u organizado para poder proveer felicidad, y que con lo natural, el misterio también ─porqué no?─, y la maravilla de sólo prestar atención a todo aquello que realmente a uno le interese ─no a lo que está decretado que debe ser lo consultado, buscado u obtenido─ bastará para alcanzar la felicidad más sincera y necesaria para vivir.
No quiero estar triste porque mientras haya un minuto más para seguir andando siempre se estará a tiempo de modificarse y volver al lugar que uno añora, siempre y cuando sólo dependa de uno poder reubicarse y sentirse allí; por eso esta tristeza me viene muy bien porque me produce el sacudón que mi alma y mi cuerpo necesitan para salir del letargo de estar espiritualmente (en muchas ocasiones de mi vida) donde no deseo encontrarme, abordando cada momento siendo alguien, algo, que no soy y que reconozco ajeno a mi verdadera existencia ─espiritual.
Momentos felices, por lo tanto, son éstos de tristezas inesperadas y desencadenadas por algún factor extraño y ajeno a mi verdadero ser. Y estoy triste, y no quiero estar triste, y por tal motivo ─soy un individuo altamente pragmático en pos del cambio consciente y la modificación positiva─ comienza en mí la reestructuración de volver a las bases de la vida de todo ser, base que no pide más que ser feliz generándose la dicha de manera simple ─para nada snob, presumida, materialista y sin exigencias que no llevan a otro sitio más que el de la insatisfacción permanente─ agradeciendo el hecho de haberme dado cuenta de todo esto, algo que ya es suficiente motivo para una primera gran y merecida alegría en el retorno a ese camino de la fortuna (entendida como bonanza, satisfacción y bienestar) que hube abandonado y pude darme cuenta necesito urgentemente para vivir.

No hay comentarios: