jueves, 15 de junio de 2017

Empatía. La clave de todo.


EMPATÍA

f. Sentimiento de participación afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra:
la empatía consiste en ser capaz de ponerse en la situación de los demás.

(WordReference.com)


Es muy triste ─no hay otra palabra que defina mejor lo experimentado─, al menos para mí y para la concepción que tengo de los valores y posturas asumidos en la vida, ver como se puede ir degenerando una actitud en algunas personas y, por este motivo, cambiando una forma de ser que, en general y a groso modo, podríamos decir que todos traemos desde la cuna, que es aquella que nos hace ser empáticos con los demás, y no a través de impostaciones de la personalidad sino por medio de no dar rienda suelta a esos bajos modales que quizás en otros ámbitos suelen ser aceptados, celebrados y disfrutados (escasos ámbitos, seguramente) pero que en los círculos más amplios y generales pasan a ser una desatención y una desubicación llana y lisa.
Cuando uno llega a cierta edad, cuando se considera adulto (lo que no quiere decir que uno sea un ser aburrido o sin sentido del humor o con una expresión adusta todo el tiempo), hay cosas que deben quedar en el tintero definitivamente, más cuando se está compartiendo con otras personas diferentes a las de todos los días que podría incluir a esas que saben de nuestras reacciones que en otro contexto diferente a ése, el de siempre, llegan a ser odiosas, molestas y provocan cada tanto un desencuentro entre la gente, al no saber cómo reaccionar o asumir los comentarios por ejemplo, que se lanzan de cualquier cosa que pueda estar sucediendo en un instante preciso, así sin más.
Experimentar esos instantes suele ser cómico en algunos casos en primera instancia (aduciendo esta comicidad contextualizada a la desazón de no saber qué hacer o cómo reaccionar ante lo sucedido o dicho; resultante de todo esto: la risa, como sinónimo de una expresión o chivo expiatorio para salir del momento a como dé lugar) y a posteriori suele desembocar en las reacciones más inesperadas; ésas que, por cierto, quienes menos se las esperan son quienes se dieron cuenta de lo que se estaba produciendo y pasaron por un desencanto fugaz pero contundente aunque finalmente hayan podido sortearlo y quienes produjeron tal desacierto con su proceder, ya que para estas personas, nada más natural que ser, desenvolverse y manejarse así.
Porque hasta cierto punto podría entenderse que cada cual es como es y de ahí en más nada debería interferir en el ser como se es, valga la redundancia; pero no, ocurre que hay tiempo y lugar para todo y por tal motivo no se puede ir por la vida como se es siempre, sin tratar de contemplar al menos en un porcentaje ínfimo al otro y a lo que ese otro pudiera sentir con las expresiones que uno tiene.
Pasa por una chiquilinada y formas de ser absolutamente inmaduras, egoístas y ridículas que todos debamos adaptarnos, aunque las entendamos y podamos darnos cuenta que no revisten ninguna maldad, a reacciones adquiridas en otro contexto absolutamente diferente al nuestro. En cada sitio se es como el contexto lo vaya marcando, tampoco esto significa andar siendo falsos y poco auténticos si lo entendemos desde el lugar de que quien se encuentra con alguien es de una manera específica, siendo a la vez, con certeza, completamente diferente a cuando se encuentra con alguien más. Sino estaríamos hablando de un egoísmo sin par en el que los demás deben adaptarse a nosotros para nunca interactuar plenamente, adaptándonos todos (cada uno desde su lugar), como un “encuentro” ─siempre de más de uno, que por eso se “encuentran”─ lo requiere.
Y experimentar, vivir, este tipo de momentos, con sus “in situ” y sus “a posteriori”, es francamente incómodo y desconcertante porque hay que entender que el malestar de presenciarlos y la confusión derivada de las reacciones de todas las partes es algo que nunca podremos evitar aunque bien por fuera nos sintamos estar de lo que dictaminan y decantan todas ellas.
Tal es así que siempre vamos a tener que chocar contra esa realidad que nos sofoca y, nuevamente, nos entristece provocando en nuestro ser, en ese más íntimo y profundo que aspira siempre a la concordia y al bienestar de todas las partes, una añoranza de cuando la empatía abundaba en las almas humanas y no se andaba esperando tanto que a uno lo entiendan en todo lo que hace sino adaptándose a cada momento, como así tampoco sintiendo que todo era contra uno y que el mundo estaba contra uno siempre porque uno, vaya a saber porqué, lo experimentaba de esa manera.
En fin, la gente crece en años y en rebusques y si bien es necesario superarse y entender que no todos pueden estar bien con todos todo el tiempo, está bueno saberse simple y en esa simplicidad hacer sentir simples y bien a los demás.

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