jueves, 4 de agosto de 2016

He dicho. A otra cosa. Nos vemos pronto.

La pedantería y la desfachatez son dos cosas que siempre me parecieron ridículas y rayanas con la comicidad, aunque pueden ser muy bravas y agresivas también en algunos casos.
Yo considero así a este tipo de reacciones porque afortunadamente puedo afirmar que no poseo ninguna de las dos ya que el sólo hecho de sentirlas, siendo llevadas adelante por alguien más que no sea yo, claro, me pone de una manera que jamás me permitiría poder adoptar tales desbarrancos en mis reacciones o impulsos personales. En fin, que no las tolero en otros entonces mucho menos podría cargar con ellas.
Por tal motivo cuando soy mero espectador de este tipo de situaciones que incluyen alguna de las dos maneras de moverse frente a los demás ─o las dos─ trato de quedarme siempre con la beta risueña o cómica (por darle alguna denominación a la cosa en cuestión) para no enervarme o pasar a sentirme mal. Porque convengamos que presenciar tales momentos, ya sean dirigidos hacia terceros o hacia uno, no puede dejarnos imparciales si asumimos adoptar la postura de quién no deja pasar sandeces porque sí sino que les hace su juicio ─exprés─ porque no se puede no hacer otra cosa ante tamañas actitudes de impertinencia.
Vino a mí esta reflexión, que quedará solo en eso, porque uno siempre vive instantes ─fugaces o prolongados─ en donde la pedantería y la desfachatez están a la orden del día; y cómo podrán imaginar no me he salvado de presenciar una triste y tragicómica función de este "teatro" de la baja estofa, en algún momento cercano a éste.
He dicho. A otra cosa. Nos vemos pronto.

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