domingo, 2 de octubre de 2016

La música nos salva. ♪♫♪♪

Es cierto. El sonido universal que emana de cualquier tipo de melodía, transformada ésta en la música que llega para enriquecernos y sanarnos el corazón, nos cuida y nos pone a salvo de cualquier calamidad que podamos estar atravesado; como un salvoconducto dignificante que nos embelesará la situación de seguir adelante a como dé lugar.
Yo soy un tipo triste, eso lo tengo claro. Ando por la vida no llorando, por supuesto, pero sí de la manera que llevan los seres tristes. Pero afortunadamente soy un tipo muy musical también y en cada fibra de mi vida la música viene a sellarse como una identidad inamovible y extremadamente arraigada a mí, incapaz de ser abolida, prohibida, delimitada o cualquier otro tipo de movimiento que intente decretar que se la erradique de mis días.
La música, que ha estado conmigo desde que tengo memoria, es un canal de felicidad absoluto y por eso estoy seguro, al punto de poder afirmarlo sin temor a equivocarme, que sin ella no sería lo mismo vivir, en mi caso y en el de la gran mayoría de almas que van por este universo terrenal y espiritual, avanzando sensiblemente.
Si nos ponemos a pensar podemos darnos cuenta que es tan puro el sentimiento originado por el hecho de ser amantes de la música que, tomando como punto de inicio la idea de que calma y relaja a todos los bebés con solo involucrarla en su vidas por ejemplo, todos podemos pretender aspirar a una vida musical siempre y en el caso de cualquier existencia, sin excepción.
Solo redituará bienestar auténtico sentirla y dejarse llevar por ella, a la vez que dejarse fluir con ella también. Yo experimento tanto y es tan pleno y emotivo todo lo vivido a partir y a través de su abrazo que siempre ha mejorado mi vida y me ha permitido sentirme mejor, facilitándome también en determinados momentos poder extirpar de mi ser todo aquello que ni yo mismo sabía qué forma tenía o que, en definitiva, me estaba lastimando.
Agradezco tanto a la música, tanto, tanto, que mi vida es un ininterrumpido agradecimiento a esta magnífica manifestación de los sentidos; y junto a ese agradecer, sumo en este momento, otro que lo iguala o lo supera y que es la gratitud a ese amor puro y de bonanza especial que solo se halla en el afecto y la compañía de los animales, específicamente de los perros en mi agradecimiento puntual.
Por tal motivo, en mi caso (y por ello nombré recién, así de la nada, a los animales) ellos me han salvado (música y animales ─perros─) de muchas catástrofes de toda índole y por eso es que no puedo ser otra cosa que esto que soy: una persona musical, triste sí, pero musical, y por ende brillante en ese punto en el cual ni esa tristeza, que sé que prevalece en mi vida en más de una oportunidad, puede hacer mella en mí para que no me sienta afortunado y peregrino activo de este camino de la vida en aras de estar lo mejor posible la mayor parte del tiempo. Y, como lo dicho recién, soy además de musical amante de la compañía de los animales, esta es mi combinación exclusiva. Esto soy.
Resumiendo: La música es la fuerza, el amor y el brillo necesario para poder respirar y esperar siempre lo mejor, y yo agradezco ser musical. ¡Sí que lo agradezco!

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