sábado, 24 de septiembre de 2011

Cuanto dolor por otra muerte absurda frente a la iniquidad humana.


Tristeza, desazón, desasosiego, desilusión, dolor, impotencia, bronca, repugnancia, miedo, enojo, llanto, asco, aflicción, angustia, pesar, pena, incertidumbre, congoja, desconsuelo, abatimiento, amargura, desaliento, desánimo, tormento, etc., etc., etc. y los etcéteras necesarios, todos con sustantivos que expresen lo más negativo y feo que se pueda sentir en el cuerpo y en el corazón.
Son todos éstos y los que dejo de mencionar para no extender más el comienzo de esta entrada los sustantivos que puedo usar para expresar lo que viene a mi y provoca el hecho que fue determinando, poco a poco pero inexorablemente, que el adolescente James Rodemeyer pusiera fin a su corta vida de tan sólo 14 años el pasado fin de semana en el estado de Nueva York, en Estados Unidos.
Corta y atormentada vida, según él mismo comentaba en sus redes sociales Facebook y Twitter, por el único y tan recurrente motivo de persecución por el que pasa más de un joven en cualquier ciudad del mundo como es el hecho de la sexualidad. Puntualmente ser un nene homosexual y no entraré en detalles ya que no hay mucho que explicar en este tipo de persecuciones que se originan a partir del maltrato al diferente al resto de los compañeros de un curso o una clase. No hay nada nuevo bajo el sol en este aspecto y en lo que a partir de eso pueden derivarse las relaciones entre diferentes grupos de personas (niños, adolescentes o adultos). 
Debo decir sin remordimiento ni lugar a equivocarme por la expresión a utilizar que estos compañeros, que con sus acosos y hostigamientos provocaron este fatal desenlace en la vida de este niño (James), son unas mierdas. Mierdas pequeñas si se quiere ahora que son niños (púberes en realidad) y van mostrando ese carácter en su actuar, seres despreciables y desagradables que si ahora se mueven de esta manera, de grandes serán entonces mierdas adultas, no cabe la menor duda.
Y pienso en ese nene, sólo en él y en nadie más, tan desprotegido, triste y abandonado a su soledad frente a los embates que seguramente debía tener que sortear a diario por parte de esa sarta de imbéciles que tenía por “compañeritos” y me viene un deseo de que se termine finalmente en algún momento con esta espantosa e inhumana humillación identificada bajo el nombre de bullying (cualquier forma de maltrato psicológico, verbal o físico producido entre escolares de forma reiterada a lo largo de un tiempo determinado -Wikipedia) ya que cada vez se va cobrando más víctimas fatales en todo el mundo y según parece no se puede frenar desde ningún ámbito; ya sea desde el familiar, escolar, municipal, estatal (provincial) o nacional.
Es desesperante, lacerante, hiriente, y todo lo que pueda definir la impotencia a un grado máximo, el tener que enterarse que otra vez en algún lugar del planeta alguien ha sufrido mucho a causa de ultrajes y mortificaciones no pudiendo finalmente seguir soportando tales agravios y optando por abandonarse a su suerte quitándose la vida, como ha sucedido por estos días con James Rodemeyer y como suceda quizás en el futuro con otros niños.
Lamentablemente este tipo de cosas salen a la luz en los casos específicos una vez que ya han tenido lugar y nada puede hacerse frente a la muerte que implacable como los embates que la provocan en este tipo de acontecimiento solo dejan un resabio de dolor, bronca e impotencia en la gente y lo que es más relevante e importante en realidad, dejan una vida menos, truncada a propósito por parte de un grupo de asquerosas personas (no importa el sexo ni la edad para este tipo de casos) que siguen vivas y que quizás sólo obtienen una penitencia ó sermón a cambio de lo que consiguieron, y continúan como he dicho viviendo como si nada hubiera pasado.

+ PAZ PARA EL ALMA DE JAMES. ♥

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