martes, 28 de octubre de 2014

A veces sucede.

Muchas veces la vida nos pone frente a una encrucijada y es ahí donde nos damos cuenta que vivir es mucho más que transcurrir los días, ya sea en el estudio, en el trabajo o en la vida misma de todos los días.
Entendemos, o comenzamos a entender, que cuando todo está "en su lugar" y el único sobresalto que tenemos es al escuchar el reloj despertador para levantarnos por las mañanas en realidad estamos dentro de una onda absolutamente expansiva que va cegando y entorpeciendo nuestros sentidos para sosegarlos dejando que se acostumbren a aquello que viven y experimentan continuamente.
Por eso cuando aparece un hito que modifica o intenta modificar esa vida común de todos los días sentimos confusión, mezcla de entusiasmo y desánimo, de opresión y tristeza, de alegría y abatimiento; todo esto expresado en inquietud, curiosidad y miedo.
Y si llegan las cosas, bajo la forma que sea, es porque debían llegar. Es así. No hay otra cuestión con respecto a este tema ya que es sabido que si algo aparece en determinado momento de la vida, y no antes o después, a la larga podremos darnos cuenta de que era porque debía materializarse en tiempo y forma como y cuando lo hizo.
Son las cosas de la vida, de todas las vidas, ya que no creo que exista alguna que pueda estar indemne a alguna modificación de estas que tiran abajo todas las estructuras antiguas despojando a su protagonista de toda idea o noción preconcebida.
Por lo tanto cuando se sienta, o mejor dicho se vea, esa dificultad que podría ser sinónimo de cosquillas en el cuerpo, que podría ser sinónimo de reactivación, que podría ser sinónimo de angustia, que podría ser sinónimo de incertidumbre, que podría ser sinónimo de movimiento, que podría ser sinónimo de felicidad, que podría ser sinónimo de cambio, no seamos bobos pensando que a uno no le puede llegar el tiempo de ser otro, de encontrarse finalmente a sí mismo y de intentar por fin andar por los caminos que verdaderamente desea.

viernes, 24 de octubre de 2014

Acerca del amor y de lo esencial de compartirlo.

Son los perritos que se acercan a mí, cariñosos y con ganas de recibir afecto (casi todos, salvo algunos rehacios a interactuar), aquellos que me ganan el corazón inmediatamente y no me dejan opción al sentir que quiero llevarlos conmigo, para que puedan ser felices y amados y cuidados como yo cuido a mi perro y lo haría con cualquier otro perrito sin importar su origen y su estado.
Entre animales y seres humanos yo no distingo en preferencias estipuladas o exclusivas de unos sobre otros; para nada. Y no lo hago como algo altruista o de parecido talante sino porque yo también aprecio ese afecto puro, absoluto e ininterrumpido que brota de ambos, sí, pero especialmente lo hace de ellos, los animales, y específicamente de los perros como de ningún otro ser vivo.

Por eso, ante mí puede abrirse el más amplio abanico de seres humanos que ante mi elección conciente y espontánea la dirección de mis preferencias irá seguramente en pos de quienes no lo integran, sencillamente por ser animales, por ser perritos.
Y dentro del universo animal, al menos en esta época de mi vida, escojo a los perros, claro; esos ángeles de cuatro patas que buscan expresar tanto amor contenido dentro de esos cuerpitos negros, blancos, marrones, amarillos o con machas y que al igual que quieren compartir su afecto con la raza humana también esperan recibirlo de parte de ésta, desesperadamente.
Una vez leí por ahí algo que movilizó mi fibra más íntima y me dejó pensando. Por tal motivo termino estas líneas con ese hallazgo que espero los haga pensar al igual que lo hizo conmigo acerca del amor y de lo esencial de compartirlo con seres de este nivel de bondad:



          Un ser humano se pregunta: "¿Qué se sentirá ganar la lotería?"

          Y un perro le responde: "Lo mismo que siente un animal de la calle cuando es adoptado."


jueves, 23 de octubre de 2014

Uno ha sido, es y será el dueño.

Muchas veces he supuesto que todo en la vida es por algo, y que en su defecto todo se da porque así lo predisponemos nosotros mismos para que suceda.
Pensar, todos pensamos en mayor o menor medida en las cosas que nos van sucediendo y creo que es pertinente darse cuenta que todo se desencadena, se da, por movimientos anteriores que nada tienen que ver con una originación espontánea sino que por el contrario, en su universo de causalidad, se originan porque hemos ido siendo artífices absolutos de su creación.
Somos creadores de nuestra existencia desde el mismo instante en que aparecemos en este mundo, desde ese momento previo en el que por mera desición, nuestra también y no de nuestra madre, decidimos cuando salir del vientre materno para comenzar a andar de este otro lado del mundo, menos cálido, abrigado y acogedor que el que abandonamos en ese preciso y traumático segundo en el que cruzamos las compuertas de ese límite que nos arroja a la vida misma, esa que será de ahí en más la que tengamos cada uno.
Yo considero que eso de que las cosas nos van sucediendo por el destino o porque en el camino de la vida en donde ya todo está escrito es imposible correrse del argumento que traemos al comenzar a transitarlo es una falacia puesto que si queremos elegir tal o cual cosa, solo será menester de cada uno hacerlo.
Por ahí sí puede aceptarse la idea de que ese menester al que aludo será más o menos conciente, así como más o menos trabajoso, de hacer; pero en definitiva siempre vamos a terminar siendo nosotros los que nos dirigiremos hacia tal o cual puerto para zarpar o anclar.
Nada tendrá que ver en nuestra vida y en las decisiones realmente definitorias que se plasmen en ella el vecino, el hermano, el marido, el amante o el hijo. Uno ha sido, es y será el dueño de la propia existencia, quiera o no aceptarlo.


miércoles, 22 de octubre de 2014

Mi mar de letras.

Muchas veces pasa que estoy un prolongado tiempo sin escribir en mi blog y sencillamente sucede esto porque no brota en mí nada que me acerque a este lugar para compartirlo con ustedes.
Ya se sabe que uno se vuelca en estos sitios de compartir para transmitir, contar, dar a conocer, o al menos hacer públicas parte de las cosas que pasan por su cabeza, por su vida.
No quiere decir esto que nada vaya pasando mientras no se transformen en entradas de blog, sino que, como anticipaba, debe ser que no toman el impulso que las traslada hasta aquí.
Y poniéndome a pensar en todo esto y dándome cuenta que este mar de palabras, muchas veces acompañadas de imágenes o viceversa aunque creo que el tema de la escritura es fundamental por sobre el de las fotos/dibujos/paisajes, estaba mostrándose un poco bajo y con poco oleaje y caudal fue que sentí (en esta oportunidad, ahora sí) ganas de remover las aguas de mi pequeño océano llamado DE TODO COMO EN BOTICA al menos con una idea que me acercara y ayudara a sumergirme otra vez en éste, por estos días, mi mar sin muchas letras.