martes, 28 de junio de 2016

No se daña a quien se quiere.


Muchas veces ocurre que son tantos los golpes recibidos por alguien ─que jamás serán descubiertos al no ser golpes físicos─ que provienen solo del hastío personal ajeno, que quien los recibe no puede hacer otra cosa que quedarse azorado ante tanta infelicidad y desgracia, ajenas.
Todo el tiempo ejerciendo una violencia psicológica sobre el otro, por problemas personales no resueltos y que solo hacen que se carcoma el alma y —porqué no— también la existencia toda. Porque si una persona se dice plena y absolutamente desarrollada en el afuera, pero es todo lo contrario —a niveles bestiales y malvados— en la intimidad (basándonos en la idea de que uno "es" aquello que se es siempre) entonces no se es lo proclamado a los cuatro vientos si cuando no corre tan siquiera una brisa ─por estar dentro de cuatro paredes─ se es algo absolutamente opuesto y desagradable a eso que auto embusteramente se cree ser.
Escribir puede ser un canal de muchas cosas y para muchos fines. Sabemos que escribir —y otro tanto leer— puede salvar en cierta medida muchas realidades de no perecer en la opresión y agresión que se puedan vivir; ya que de más está decirlo que sobran motivos para entender (en un contexto de realidades diversas) que cuando prima el desagravio y la ofensa —ambos injustificados y sin ningún motor que los lleve adelante más que el descontento personal y el pretender ocultar tal descontento— el momento, para todos los que no sufren ese descontento, se vuelve muchas veces intolerable.
Así que por eso se escribe, por eso y porque expresarse es una de las mejores cosas que nos pudo pasar a los seres vivos en general. Y por lo tanto hacerlo en lo bueno y luminoso como en lo malo y oscuro es un momento que, bien abordado, puede llevar a cambiar realidades, al menos momentáneamente, en un principio y como se pueda, y eso ya es algo.
Porque la realidad que a uno lo constituye es también aquella que logra filtrarse aunque sea por una fracción de segundos en su vida; es decir, si uno se enoja, se amarga u odia en muchos momentos, eso viene a formar el todo de la propia realidad en la que alguien, por ejemplo, aunque en otros ámbitos se muestre amable, servicial y adorable no puede creerse —auto proclamarse— el mejor de los seres sobre la tierra si se tiene por otro lado tanta cosa fea dentro que se larga en momentos específicos y con personas específicas también, a conciencia, reiteradamente a lo largo de su existencia.
La vida es ─muy seguido─ motivo de malos momentos, porque ninguna vida será todo el tiempo positiva o brillante, se sabe; pero esos momentos no deseados sólo pueden ser tolerados o avalados cuando nos sorprenden o se presentan por condiciones ajenas que no se pueden evitar bajo ningún punto de vista y cuando uno y todos los que lo rodean a uno hacen lo necesario para que esa situación acabe lo más pronto posible, y no cuando son generados por otro/s, pudiendo ser evitados y, lo que es más importante, revestidos de una brutalidad que atenta contra la serenidad espiritual, hecho todo esto de forma calculada e intencional.
Aquello que universalmente no es justo en ningún lugar del mundo no debe naturalizarse como una práctica que deba ser tolerada en ningún otro lugar tampoco. Los dolores que alguien se acostumbre a padecer podrán ser en primera instancia metas superadas para no sentirse o pasarlo tan mal pero con el tiempo serán lastimaduras que irán marcando esencialmente el alma de quien lo acepte en su vida.
Después de todo hay gente que nació problemática o que se fue formando a lo largo de su vida hasta alcanzar ese grado de 'máxima exquisitez' en el nivel de embromarse la vida por cualquier cosa, como nutriéndose de estos disturbios para poder continuar y tener más fuerza para tomar la próxima curva ─de la agresión─, y no habrá nada ni nadie que la cambie o la tuerza de ese camino porque se cree la mejor por su sapiencia, su bondad, y sus virtudes humanas, negando todo lo demás que viene a lacerar gravemente a otra/s persona/s.
El camino de la vida está plagado de todo tipo de gente. Quien escribe, asimismo, es también ─seguramente— alguien objetable para alguien o algunos más; y de eso se trata andar caminando y sorteando algunos baches en la ruta, pero siempre que se trate de cuestiones en las que no se coincida con alguien por determinadas cuestiones y aspectos o algo así para no terminar de aceptarse, y nunca por motivos de herir a propósito a alguien con el único fin de… la verdad, no lo sé, ¡vaya a saber con qué fin!
Y sin caer en la utopía ni en nada que se le parezca —no se está pidiendo tampoco encontrar un arcón con monedas de oro en la base de algún arco iris— sería tan lindo prescindir de todas esas cosas horribles (horribles por lo ofensivas y humillantes) que ensucian y vician la vida de algunos seres humanos para poder ir, ahora sí, con peleas o disputas comunes, que se puedan originar entre cualquier par o grupo de personas, pero no esquivando y protegiéndose de infundados ataques ─siempre de una misma parte hacia otra─ que sólo apuntan a desmerecer y calumniar la vida del otro, su dignidad, y todo lo bueno y luminoso que pueda existir en ese blanco de ataque que representa el objeto de la agresión de una persona en cuestión.

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