domingo, 12 de marzo de 2017

Había una vez... ¡UN CIRCO!

El disgusto de encontrarse otra vez ante la jodida actitud de no sólo no tener en cuenta al otro sino también ─pareciera— de querer interferir y embromarlo adrede no tiene límites cuando se descubre que una y otra vez se será pisoteado de la manera que sea para demostrar que no se sabe de ningún tipo de decoro ni de respeto por lo de otros.
Es así que en la vida sucede mucha veces que las cosas que uno creía no llegar a vivir, simplemente por no imaginarlas al no poder ponerse a pensar hipotéticamente en ellas por una falta de rebusque y malicia mental, suceden; y esto sólo nos demuestra que en la vulgaridad de creerse con derecho a todo por sentir que todo se lo puede por una facilidad "X" ─que nada debería significar para hacer mella sobre otra noción aunque sí lo haga─ se pasa por encima de alguien, de algo y de alguien más, livianamente, ya que en este caso quien es seducido y arrobado (por mieles atractivas que a primera instancia e impresión solo son bondad y magnanimidad pero que a ojo de buen cubero encierran el desplante más obsceno a un contexto latente que se ignora aunque se conoce) permite en última instancia la gran burla que conlleva ese circo, burla de la que solo disfruta un pequeñísimo par de mentes ordinarias y, por cierto, todavía más sucias aún que exceden al embelesado espectador.
Y hay que sortear la valla y continuar porque ¿qué otra cosa podría hacerse si el principal protagonista de la burla ─el principal burlado─ en su deslumbramiento inocente y naif ─¿inocente y naif?─, abstrayéndose increíblemente de todo este circo, participa activamente y festeja el desarrollo de la función? ¡¿Qué hacer entonces?! Nada. Bancar la cuota imprescindible de amargura y bronca que aparecerá por un lado al ver que no puede ─no debería─ ser real este burlesque que se permite, y que en un caso desmesurado (o peor aún, innecesario) se defiende y se justifica denostando la consecuencia final del mismo y la sinrazón que deja tal espectáculo al saberse ─además del principal burlado─ el coprotagonista absolutamente principal (que visto éste último desde el accionar y visión pestilentes del autor intelectual de "la función") una vez más es burlado, denigrado y ninguneado sin necesidad de tal empresa.
Si Mahoma no va a la montaña, ¿es necesario que la montaña vaya a Mahoma? No me parece. ¿Con qué propósito? Si se está tan bien en esa ─aparente─ desconexión ¿para qué aparecer para ofender o querer sentar bases de poder o autoridad por el simple hecho de ─quizás─ poder hacerlo en otros ámbitos sin que se lo vea o se le comunique formalmente algún tipo de desagrado?
Hay que conformarse y reconstruirse, entonces, desde el lugar de poder decirse a uno mismo "aquí no". Si en otros ámbitos el reflejo de tanta exageración chabacana surte efecto, pues bien, "aquí no". Y como sería irrisorio querer expresarlo para alguien en algún momento dado, porque las luces de ese circo dejan encandilados a los débiles de mente o con afecto impertérrito ante cualquier cosa o actitud que se desarrolle, hay que sentar las bases para uno, para así no tener que enfrentarse a la disyuntiva de querer hacerlo donde se debería, sabiendo que las palabras serían arrojadas a la nada misma, saliendo lastimado (uno) aún mucho más.
¡Qué sería de la vida de algunos seres humanos que suelen ser regularmente denigrados sin un momento oportuno de reflexión mental o escrita que los libere de esa opresión ─aunque uno no la permita puede darse cuenta de que otros quieren que suceda─ de sentirse menos que nada, tan poca cosa, menos que eso aún! (Reflexión, ésta última, lanzada al aire y sin respuesta; al menos en esta entrada de blog).
Y así será mientras no se pueda hacer otra cosa para luchar contra esos molinos de aspas raídas y oxidadas que a simple vista, por supuesto, se ven brillantes y generosos en su movimiento y su andar a través del viento.
Es así, y no hay mucho más que agregar. Solo que ante estas embestidas no hay que intentar permanecer de pie a como dé lugar, por el sólo hecho de sentir que uno no cae o que desde nuestro afuera logran el objetivo de desprecio ─que quizás tampoco sea tan puntual como uno lo imagina, vaya uno a saberlo ante tanta suciedad viciada por el tiempo─ sino permitirse la proeza (solo los valientes la asumen) de sentirse tocado y aflojarse, o desarmarse, o caer ─en forma absolutamente privada y personal, si fuera necesario, por supuesto─ para luego, de a poco y con fuerza, rearmarse y salir nuevamente al ruedo de la vida, a vivir, a ser, a seguir; porque nada ni nadie debería jamás tener la capacidad de hacer a alguien tan poderoso o al menos tanto como realmente se cree que es.

"...que siempre ha habido chorros, maquiavelos y estafados, contentos y amargados..."

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