sábado, 26 de mayo de 2012

Tiempo para todo.

Siempre que trato de entender porque pasan las cosas, porque se suceden, cualesquiera que sean las que pasen, me encuentro con que la respuesta a la encrucijada a la cual me someto siempre redunda, razonamientos más razonamientos menos, en que hay un tiempo para todo.
Si bien, a grandes rasgos no se podría dar esta respuesta para todo lo que pase, es visto desde el lugar del enfrentarse a lo que suceda y a las posteriores derivaciones y desenlaces de quien protagoniza el evento y muchas veces también en su entorno, que finalmente es muy común que se termine diciendo o al menos pensando que en definitiva si pasó, y ante el hecho de ya nada poder hacer (cuando es algo feo o malo que se hubiese preferido que no sucediera) o de que vuelva a pasar (en los muchos casos ante situaciones positivas y agradables que nos pasaron y que quizás no se repitan en igual circunstancia) por algo habrá pasado, valga la redundancia, al menos en ese momento lo que pasó.
Extenderme en el tema sería entrar a filosofar (intentándolo al menos) sobre el asunto, y ya lo he abordado puntualmente con lo que me sugiere y me ha inspirado para volcarlo en este tema de mi blog.

¿O será que, haciendo alusión a lo todo lo recientemente hablado en esta entrada, ya era tiempo de dar por terminado este tema?

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