sábado, 6 de octubre de 2012

¿Indeciso? Si. No. Bah, no sé. ¿Por qué?

Ya he tocado en otra entrada el tema de la indecisión pero es que cada vez que me sucede no puedo menos que sentir que la pérdida de tiempo invertida en llevar a cabo esa indecisión es un motivo más que suficiente para evaluar seriamente el tema y poder superarlo para no repetir en el futuro dicha tontería.
Lo peor de todo es que no es que me lo proponga ni que me quede pensando en algo para luego terminar indeciso sobre tal o cual punto, sino que in situ al momento de decidir lo soy por naturaleza la mayor de las veces pero así y todo, una vez que me decidí por algo, es muy común que luego de la primera decisión me quede super tranquilo y "a otra cosa" pero luego, al tiempo (horas, días quizás) se da que estoy en otra cosa y click: me surje la indecisión que aparece disfrazada de recuerdo de lo ya decidido y de nueva duda si habrá sido correctamente hecho.
Y siempre, 3 o 4 de cada 5 veces, termino reacomodando mi decisión inicial cambiando lo elegido en primer lugar por aquello que en definitiva me hubo llevado a dudar, eso segundo que descarté en su momento por lo elegido y que pasa entonces a ser lo que finalmente queda como decidido a la postre.
Ocurre que no siempre es fácil cambiar las decisiones llevadas a cabo aunque debo reconocer que tengo una estrella que me hace fácil (no complicado al menos) llevar a cabo mis correcciones decisivas y generalmente puedo hacer los cambios sin mayores inconvenientes como me ha pasado con zapatos, zapatillas, camperas, ¿quieren más?, bueno continúo; lentes, abrigos, sweaters, buzos, y etc. ya que para ejemplo alcanza con lo enumerado.
Entonces digo yo: ¿Por qué no me quedo con lo que en teoría dejo relegado al segundo lugar -en la primera decisión- si total se que finalmente volveré a modificar lo decidido para efectivizar su elección?
La verdad, yo no tengo la respuesta. De tenerla no me encontraría escribiendo esta entrada.

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