jueves, 10 de octubre de 2013

En la mente y/o en el corazón.

Tengo en mi mente (creo que es ahí) un lugar donde guardo todas las cosas feas que siento por determinados hechos que han sucedido en mi vida y que, para ser más preciso, se traduce en todo lo feo que se me genera por ciertas personas que, a mi entender, actúan de una manera no adecuada frente a determinados sucesos de la vida.
Entre ellas están las actitudes desagradecidas que pueden partir de cualquier persona y que con esa sola actitud asumida hace que ya me quede quien sea protagonista de una actitud de este tipo relegada en estima, aunque quizás nunca se lo haga saber; porque en definitiva, después de todo, seguramente que, al obrar así, poco le importa saberlo.
También tengo en ese lugar las acciones desleales tales como el chisme y ese tipo de procederes que asumen, afortunadamente para mí, pocas personas de las que conozco, o al menos que hasta ahí llega ni conocimiento sobre ellas.
No puedo evitar direccionar también automáticamente a este lugar del cual hago referencia a la gente ordinaria que se precia de andar transitando los caminos de la vanguardia; ya que además de ser pobres entes, encima, quieren parecer aquello que no son y que nadie se los cree. Y hablo de gente ordinaria no por acceso (o no) a la educación, o por mayores o menores ingresos económicos, o por su ubicación en la (snob) clase social, sino porque hace gala de su ordinariez creyéndose que pasa por graciosa o simplemente original con cada muestra de su precaria humanidad.
Y las personas, y sus consecuentes actos que seguramente también se alojarán en este lugar que recibe todo aquello que me resulta feo y negativo para mi vida y mi forma de verla y abordarla son las agresivas, las mentirosas y las desvergonzadas al momento de (no) respetar a toda otra persona que no necesariamente piense y elija las mismas cosas que ella; principalmente cuando hagan uso de su falta de respeto hacia los demás injustificadamente, aunque nunca debería haber una razón para caer en la agresión, la mentira y la falta de respeto, valga la redundancia, hacia el otro.
Por eso las personas que sin yo planearlo se me ubican en ese lugar de mi ser, ubicado -para mi- en el cerebro, creo que en definitiva también pasan a ocupar ese lugar en el corazón (si es que existe también ahí un lugar así o suponiendo que quizás sea únicamente ahí, en el corazón, donde se experimentan, sienten y suceden estas categorías) ya que en cierto punto de nuestra vida es imposible separar uno del otro y en la mayoría de los casos todo lo que sucede y pasa por un lado, indefectiblemente sucederá y pasará por el otro también, y viceversa.
Es así que ahí las tengo, acumuladas, esperando que solas se vayan de mi vida, sin forzar su anulación (de ser así se quedan por más tiempo y cuesta más alejarlas), y por tal motivo es que a veces también vuelven a emerger ante similares hechos o repetidas apariciones, pero nada más que eso. Tengo la suerte de olvidar ligeramente lo pasado (lo intento) y en una nueva interacción con quien en otro tiempo no actuó bien no traer a colación eso a la memoria y sólo si se volviera a caer en un desatino como el anterior sentir nuevamente esa desazón que se genera ante la reiterada desilusión.
Por eso siempre puedo enmendar fácilmente cualquier controversia pasada, porque triste sería aferrarse a éstas para esperar una venganza o retribución pagando con la misma moneda. Y salvo que nunca aparezca el pedido de disculpas, el reconocimiento de haber estado mal o el mero hecho de reconocer de alguna manera que se ha actuado equivocadamente y hacerse el o la desentendido/a eternamente, yo sabré sanear dicho episodio del pasado para dar por cerrado ese mal recuerdo.

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