martes, 23 de julio de 2013

Quizás en eso consista la pequeña superación diaria.

Estando en la ciudad de Mar del Plata el último fin de semana largo del feriado del 20 de junio, día de la bandera, en uno de esos momentos en los que andamos caminando la ciudad y recorriendo los sitios que aunque ya visitados nunca nos saben iguales en su recorrido, vi a un señor de edad mayor, que iba haciendo ejercicios y todo tipo de esfuerzos, que se notaba a las claras que eran algo fuertes y exigentes para alguien de su edad; pero que en este hombre no representaban de mayores bríos.
Lo vi, me asombró positivamente ver esa imagen, y luego seguí con lo mío y lo de quienes estaban junto a mi realizando ese placentero paseo de caminata, propio de las visitas invernales a esta ciudad.
El tema es que en determinado momento, estando yo a esa altura del paseo sentado en los bordes de los pilares que dan al mar, previo terreno de rocas que hay entre éste y la acera, veo al mismo señor que antes había visto por la calle, ahora caminando por las rocas que en forma irregular y empinada delimitan, como dije, el mar con la superficie continental.
Por este motivo lo fotografié al instante teniendo en mente en algún momento plasmar, aquí en mi blog, esta experiencia que yo sentía que vivía de ver algo tan loable.
Y me asombré de tan intrépida empresa llevada a cabo por este hombre y después de tanto asombrarme y comentar la hazaña que el protagonista de esta entrada realizaba cerré este espectáculo visual con la siguiente reflexión: Quizás en eso consista la pequeña superación diaria, esa que no es una gran hazaña única o esporádica (como yo la veía y entendía) sino aquella que de constante y repetitiva se convierte en la gran hazaña y en el óptimo logro que hacen que alguien sólo se vea grande para los demás (para mí en este caso) pero no para quien la lleva adelante.

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