miércoles, 5 de febrero de 2014

Opinar de visitante.

A ver... ¿Cómo lo pongo en palabras para que se entienda y llegue a cada persona que lea estas líneas?
El tema que atrapa mi concentración y la vuelca en estas letras es el que se experimenta, esencialmente desde la parte espectadora, cuando alguien (sea quien sea que no pertenezca al núcleo de una casa y a quienes la habitan) traspasa ese límite que consiste en saberse invitado/a o visitante de tal hogar y, en teoría sin darse cuenta, interfiere en toma de decisiones, opiniones que no le competen en lo más mínimo, o todo eso que al ser llevado a cabo, por ese alguien, da para decir ¡¡¡¡¡qué metido/a!!!!!
Hecha la introducción, paso a expresar y caracterizar los momentos que se desencadenan a posteriori de la llegada de alguien así.
El hecho es que si sos invitado/a a compartir algún tiempo en cierto lugar y circunstancia siempre tenés que saberte un/a invitado/a, no hay otra; y si por casualidad se te olvida tal calidad a ocupar al menos tené la ubicación personal de darte cuenta, cuando se te hace notar, que ya podés estar llegando a importunar con tus incursiones en momentos que no da para que participes.
Y los/as hay de todo tipo y de toda procedencia.
Están los/as que cayeron de sorpresa y en determinado momento te das cuenta que están llevando la manija de todo lo que se decide (algo que no estaría mal si no fuera por el simple motivo de que no guían o conducen eso que intentan digitar sino que ocupan ese lugar debido a esa intromisión que hace descalabro en lo que se estaba tratando de acordar y que para evitar mayores descalabros se cede ante dicha opinión, convertida en una absoluta actitud metiche).
También están quienes acostumbran pasar por un lugar para meterse en todo lo que allí suceda, es decir que uno ya sabe que así será y en cierta forma ya está acostumbrado a pasar por esos breves o extensos lapsos de tiempo en compañía de tales opinadores/as que como condición sine quanon nunca se han dado cuenta de su postura de opinólogos/as invasivos/as.
Y que decir de aquellos/as que por cercanía afectiva y/o hasta parental son quienes más aflige recibir, no por el hecho de recibirlos como visita planeada o espontánea (sin aviso) sino porque en su opinología y participación en toma de decisiones o en temas que no deberían incursionar pueden llegar a ser los/as más vehementes metidos/as de todos/as los/as que así lo hagan.
Es así, amigos. Y lo verdaderamente importante no es tanto ser de esta manera (todos pudimos, podemos o podremos tener una o varias actitudes similares a éstas) sino darse cuenta y frenarse a tiempo ya que lo que se origina in situ ante este tipo de formas de proceder nunca es algo bueno o positivo y siempre, pero entiéndase bien, "siempre-siempre", detrás de este tipo de visitas (cuando el o la metiche se marchan) siempre queda una estela de mala predisposición en alguna de las partes que queda y que ha intervenido como espectadoras de tales espectáculos, meramente caseros y malogrados.

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