miércoles, 23 de marzo de 2016

Obrar en consecuencia.

Cuando es tanta la mala onda recibida el cuerpo pasa factura, indefectiblemente. Y si uno ya está acostumbrado, y por tal motivo no deviene la aflicción o la amargura espiritual ─al menos esa que lo destruye a uno exteriormente y es muy visible para los demás─ seguramente que cuando la embestida es brutal y psicológica, a un extremo elevado, sobrevendrán otro tipo de manifestaciones, mínimo un fuerte dolor de cabeza.
Porque mucho se ha dicho de que quien agrede en definitiva lo que necesita es ayuda más que el agredido, y que quien maltrata en alguna de las formas en las cuales el maltrato se puede hacer presente lo que está haciendo es dando un grito de pedido de auxilio y socorro, y tantas otras cosas de ese estilo; pero en definitiva quien asume la parte de ser maltratado, aunque quizás no esté dando ese grito, seguramente va a sentir luego alguna secuela ante tanto "griterío ajeno".
Y es loable no abandonar el barco en la primer tempestad, quizás sin saber que ese maltrato que se está haciendo visible por primera vez en ese momento es un pedido de auxilio, y quizás dando una oportunidad a toda la navegación movidos por el natural criterio humano de tratar de apostar a lo mejor en todo, siempre. Pero también lo es saber distinguir cuando ya nada se podrá hacer en ese viaje y entonces, por lo tanto, buscar la mejor forma de poder salirse de esa ruta que sólo va a remitir a un daño constante, con interrupciones momentáneas y esporádicas, cuando no continuo.
Y la forma de manejar todo esto no tiene una regla universal ni un manual para aprenderla y ponerla en práctica; la forma será dada por cada quien esté atravesando ésas embestidas de mala onda y maltrato, y la manera en la que surja y se manifieste siempre será válida y no reprochable, teniendo en cuenta que muchas veces el campo de acción se ve absolutamente limitado, y por tal motivo cuando logra ser vulnerado, por más mínimo que sea el paso llevado adelante, éste deberá ser aplaudido y valorado.
Que es la vida, entre muchas cosas, un camino de sufrimientos, es algo real pero de nosotros depende darle un corte concreto a esa noción para transformarla en algo realmente luminoso y valedero, o al menos más tranmquilo y pacífico. Porque, aunque un sufrimiento comparado con otros quizás sea mínimo, todos los sufrimientos son reprochables y detestables y cuando se ha sufrido tanto siempre será el momento oportuno para dejar de hacerlo.
Por eso a privilegiar el propio sufrimiento, a no desmerecerlo, y a moverse en consecuencia de éste para poder apartarlo de nuestra vida. Se ha dicho mucho acerca de este tema y es hora de empezar a hacer algo más allá de escribir o leer sobre el mismo. La vida es mucho más que un relato y por tal motivo debemos obrar en consecuencia.

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