lunes, 21 de marzo de 2016

Y será lo que deba ser.

¡Qué desgaste continuo representa no poder entablar ningún tipo de diálogo, bajo ningún punto de vista, con una persona! Cuando sólo se puede hablar para asentir, elogiar, o en última instancia ─adivinando─ decir lo que la otra parte quiere escuchar es imposible poder establecer el verdadero diálogo donde ambas partes se expresan libremente, intercambiando opiniones y pareceres, para llegar a un punto de equilibrio entre ambas ponencias.
Y resulta agotador tener que estar siempre a la orden del día con respecto al tema de no permitirse nunca alguna expresión o pensamiento porque sí, para evitar los diferentes desencadenamientos a posteriori al no ser éstos, en algunos casos, del agrado de la otra parte.
¡Es que no siempre se puede estar de acuerdo en todo ─ni tan siquiera eso─ y es sano discurrir en la forma de pensar y ver las cosas!
El ver una misma cosa desde diferentes lugares y puntos de vista es algo completamente normal, y claro que las ópticas que se le den a un mismo panorama siempre van a ser dispares según de donde provengan; pero esto no tiene porque representar un problema mayor que determine que todo se pudra de un segundo al otro.
El expresarse independientemente, no importa bajo qué influencias pero espontáneamente al fin, nunca debe ser reprochado ni censurado, mucho menos cuando la otra parte sí lo hace, no tolerando, en forma claramente contradictoria, lo mismo para el resto, o al menos para una única parte; y ya se sabe que con que la prohibición sea sólo para una parte es reprochable y no debe ser aceptada bajo ningún punto de vista.
Reza un dicho: "tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe" pero esto no siempre es así; de serlo, esa parte inamovible frente a la tolerancia del otro pensamiento tendría que ir ablandándose y permitiendo la expresión, pero no siempre sucede así; es por lo tanto en este momento del relato sólo una frase risueña que comprueba que no siempre tiene lugar en la realidad.
Las palabras muchas veces pueden transmitir fidedignamente una situación y contexto, otras quizás no, pero lo cierto es que en la mayoría de los casos el hecho de reflejar una experiencia y permitir a su emisor expresarse a través de ellas viene a salvar y a sanear un poco tanta amargura y aflicción.
Y será lo que deba ser, con respecto al desarrollo futuro del trato y de las instancias de diálogo venideras, pero en definitiva es bueno saberse ubicado en el lugar que, al margen de los motivos o incentivos que se posean para pensar diferente y cada tanto permitirse expresarlo, nos sitúa del lado más flexible y permisivo y no del autoritario, violento y, resumiendo toda la historia, inmaduro.

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