viernes, 3 de agosto de 2012

Tiempos fáciles.

Estos que vivimos son tiempos fáciles, políticamente hablando, para vivir. Me refiero a que tiempos difíciles fueron, por ejemplo, los de la última dictadura militar y, así y todo también, los de los primeros años de la restauración de la democracia en nuestro país.
Por eso es que haciendo foco en esta época que nos toca vivir a muchos argentinos, y a hermanos de países limítrofes y también más lejanos que se encuentran viviendo en algún lugar de Argentina, caigo en la cuenta nuevamente (no es algo nuevo para mi, por supuesto) de que somos realmente afortunados y de que quizás al estar inmersos en este periodo de bienaventuranza que vive el país, muchas veces olvidamos o perdemos de vista en el transcurso de los días, que son tiempos históricos y gloriosos los actuales, sin lugar a dudas.
Afortunadamente cada nueva medida, logro, anuncio, inauguración, realidad y reflejo de la gestión del actual gobierno nacional, nos da cuenta muy seguido de que el tiempo vivido es un momento inmejorable, y para no hacerse los distraídos o caer en falsas creencias -tratadas de instaurar por medios opositores- de que en realidad la cosa va mal. Nada de eso. La cosa va bien, muy bien, y cada vez mejor.
Está bueno sentirse integrado a este colectivo argentino que derrama optimismo y buena onda además de ser positivo e integrador de diferentes ideas, estilos y movimientos que solo quieran lo mejor para el pueblo argentino, que traducido a una escala más específica significa lo mejor para cada uno y una de sus habitantes.
Otros fueron los tiempos del egoísmo y de la fiesta para unos pocos. Otros fueron los días de la alegría que se mostraba por TV y que como una ola pretendía empapar a todo un pueblo que solamente lo veía todo desde afuera, detrás de las pantallas de sus televisores y que veces hasta se sentía incluido ficticiamente, producto de ese reflejo de tanta fanfarria snob que se exponía, pero nada más que eso.
Otro fue el momento de llorar, sentir que se perdía todo. TODO. Otro fue el período donde la miseria de espíritu provocada por la miseria material sometía a gran parte de un pueblo argentino que no veía hacia donde enfocar su vida personal y familiar como una persona que aspiraba a integrar la sociedad que indefectiblemente lo excluía.
Pero todo cambió, no sin antes tener que pasar por unos cuantos años de reacomodo y ordenamiento generales -y específicos también- que de a poco nos fueron llevando hasta el tiempo político y civil en el que nos encontramos actualmente.
La República Argentina ha pasado feos tiempos, no hay dudas de eso; y cada uno de ellos han dejado una marca en nuestro pueblo, otra gran verdad. Más es la virtud más hermosa de todas las que puede reflejar un pueblo, la adoptada por nuestro país no buscando venganza por nada de lo que nos hicieron en el pasado pero sí justicia para tratar de reparar las heridas que quedaron de otros días, donde se ve y siente la grandeza y buena energía de más de la mitad de la población de este hermoso y fortalecido país.
Por eso, da gusto vivir en un país así, con la justicia social a flor de piel y con la mirada puesta en el futuro, contemplando nuestro pasado y abarcando a todos los sectores de la sociedad en su apuesta de crecimiento continuo. Da gusto estar acá, en este momento. Estos sí que son tiempos fáciles, o al menos más propicios y benévolos que otros (tiempos) para todos y todas.

No hay comentarios: