viernes, 2 de noviembre de 2012

Nuestro lugar en el mundo.

Son las ciudades un crisol de razas e ideologías que ya desde hace tiempo, en épocas de la inmigración que comenzó a principios y mediados de siglo pasado para no detenerse jamás, marcan a cada metrópoli como un lugar único, definido y a la vez muy heterogéneo de personas que viven, deambulan y hasta sobreviven en ella.
Cada una con su propia idiosincrasia y característica. Cada una con su estilo, mezcla de muchos estilos según sus barrios y la gente que los fue armando, que la representa ante las demás ciudades en el mundo.
Todas ellas, las ciudades, esperando ser visitadas ya que como suele pasar, a grandes rasgos no hay una que pueda llegar a resultar de antemano más atractiva que otra para descubrir, hablando de las ciudades que representan a las provincias (estados según el país) y porque no hasta los diferentes países de todo el mundo.
Mi ciudad, Buenos Aires, me encanta. La adoro. Disfruto mucho el hecho de vivir en ella. Descubro continuamente cosas nuevas y fascinantes en cada vuelta a la esquina que hago y nunca termino de conocerla y de sorprenderme por lo que voy encontrando en ella cada día.
Cada uno la amará y podrá hablar de su ciudad, seguramente; pero hay un punto en el que todos indefectiblemente vamos a coincidir y redundar y es en el de que no se puede no querer a la ciudad de uno, esa ciudad en la que se ha nacido, en la que se vive o, mejor aún, en la que se ha elegido para que sea nuestro lugar en el mundo.

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