martes, 2 de febrero de 2016

Sin apps adictivas al alcance de la mano.


Este año decidí por primera vez, con respecto a todo el historial de mis vacaciones de verano pasadas, desconectarme y desenchufarme de manera radical de mis redes sociales durante el tiempo que transcurriesen mis vacaciones porque quería dedicarme solo a disfrutar de la naturaleza que me ofrecía el mar y cada escenario que visitaba durante mi estadía en la cuidad de Mar del Plata y en todos los lugares adyacentes, o relativamente cercanos, que visitamos durante el mes de enero, como cada año desde fines de diciembre y hasta febrero. Es cierto que solo continué con la aplicación de Instagram en mi teléfono móvil porque el tema de las fotos es algo que me hace disfrutar y estar aún más en contacto con la naturaleza y porque el hecho de compartir alguna que otra foto durante ese tiempo no implicaba "seguir atado" bajo ningún punto de vista a la conexión online que los smartphones dan con respecto a Facebook, Twitter y Google+ por ejemplo.
Y así lo hice ya que antes de salir desde Buenos Aires hacia la ciudad balnearia me aseguré de que mi decisión fuera llevada a cabo tal como la había planeado, borrando (desinstalando) las apps de mi teléfono para no tener ni que estar siquiera ignorando aplicaciones, que aunque no las mirase hubieran continuado andando y notificándome de interacciones en su red, como así tampoco silenciándolas o pasándolas por alto.
Y es hermoso haber experimentado que por más de un mes no dependí de nada que no fuese mi interés y mis ganas de estar de vacaciones junto a mi perro y a mi pareja, erradicando de mi vida por poco más de un mes esa cotidianidad y costumbre de estar al pie con las redes sociales que mantengo durante el año cuando estoy atravesando el tiempo ordinario de mi vida personal.
Y fue así que podría haber estado con un celular de esos viejitos, que usábamos a fines de los noventa, inicios de los dos mil, que lo único que nos brindaban era la posibilidad de hablar o enviar y recibir mensajes de texto, ya que mantuve únicamente (sacando Instagram, donde sí hubiera necesitado de un móvil más moderno) mi línea telefónica y los mensajes como único canal de comunicación con el resto de las personas que estaban alejadas, físicamente, del lugar en el que me encontraba disfrutando de mis vacaciones en el océano.
Y fue hermoso. Fue genial. Se los aseguro. Digno de volverlo a repetir.

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