jueves, 18 de febrero de 2016

Una misma cosa no siempre nos llevará a todos hacia un único lugar.

Cuando la tristeza que uno cree sentir por otros, bajo la forma de pena, no es otra cosa que la que se siente por uno mismo, como auto-compasión, que viene a hacernos dar cuenta que lo simple siempre lleva a la felicidad.
Tristeza y felicidad, tan opuestas, relacionadas íntimamente en este momento porque, después de todo, todo tiene que ver con todo.

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Hay un tipo de pobreza que no tiene porque ser indigna, ya que muy por el contrario es digna y en demasía a no ser que se demuestre lo contrario en algún caso específico, que me provoca una profunda tristeza verla pasar a mi lado, por la calle por ejemplo generalmente en períodos de vacaciones, y es la que se plasma en algunas personas que van felices por la vida (como por otro lado considero que debe llevarse la vida, estemos donde estemos ubicados) con ropas impecables, limpias, y absolutamente pulcras pero que ─acá está el punto─ además de no ser de la marca a la cual hacen alusión sus estampas, son de un gusto que podría decirse algo extravagante, por no decir exagerado en su estilo y estética general.
Y digo que este tipo de pobreza, que no es indigencia ni mucho menos ya que la veo en lugares de vacaciones en personas que claramente están al igual que yo "vacacionando" en un mismo destino, es la que me produce esa melancolía, esa pena si se quiere (no como sinónimo de rechazo o de postura despectiva sino como un sentimiento básico y primitivo que se origina en mí), porque admiro verlos "ir" tan auténticos y felices, sin más que ir disfrutando de su felicidad y sin importarles lo que pueda provocar en los demás verlos ir y venir con su estilo extravagante y estrafalario, pero impecable y llamativo.
Y lo expreso de esta forma, pecando de alguna manera de separatista entre unos y otros estilos, para que se entienda el porqué de mi tristeza, que no surge desde un lugar de superioridad ya que no considero que tal superioridad exista entre diferentes grupos de personas (todos somos hombres y mujeres que nacemos, vivimos, comemos, todo lo demás que ya sabemos, y finalmente morimos al igual unos y otros, sin excepción) sino desde la sensación que me provoca ver la aceptación satisfecha, al menos en esa primera impresión, de ser quienes son y llevar "su estilo" siempre en todo momento y a todo lugar.
No sé si estaré siendo claro, pero durante las vacaciones y puntualmente en un momento concreto que me inspiró a escribir esta entrada de blog vi esta escena repetida de gente a la que veía pasar a mi lado más feliz y más conforme que yo ─aventurándome a juzgar y a opinar de su felicidad por sobre la mía─ y asumo que quizás por vivir más simple y sencillamente la vida sin entrar en tantas dicotomías o en tantos asuntos, personales a veces pero más amplios y generales en la mayoría de los casos, que no se pueden resolver, como podría decirles que me suele pasar a mí por ejemplo, sin dudas.
En fin, esa tristeza que en primera instancia siento al ver a este tipo de personas no es por ellos, no, sino por mí, que creyéndome feliz y avezado en muchos aspectos de la vida me encuentro ante estas dicotomías, como aquellas a las que hacía alusión en el párrafo anterior y que apareciendo ahora, en este momento de mi relato, no hacen otra cosa que venir a corroborar eso de que uno (en mi caso particular también) por dejarse arrastrar ante tantos estímulos y formatos de momentos y "modas" que se viven seguramente no va "tan simple" ni "tan sencillo" por la vida como estos simples y sencillos y, porqué no, más felices transeúntes con los que podemos cruzarnos a la vuelta de la esquina y que nos pueden generar miles de sensaciones, pensamientos y sentimientos a cualquiera de nosotros, en cualquier momento; en el menos pensado aún, como estando de vacaciones de verano por ejemplo.


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