miércoles, 17 de febrero de 2016

Triste. Una vida sin lectura.

No se puede ser feliz sin leer.
Ni una tarde al sol, ni un buen concierto, ni una buena película en el cine, ni una buena noche de dance o una tarde relajante y placentera de buena hierba van a producirnos el placer que logra transmitirnos la lectura.
Una vida sin lectura es muy triste y está estrictamente acotada a todas las básicas experiencias que se puedan atravesar, aunque éstas sean super extraordinarias con respecto a lo que signifiquen (viajes, adquisiciones de bienes materiales muy cotizados y deseados, sorpresas increíbles, etc.) puesto que nada, nunca, podrá compararse al regalo y movimientos, mágicos y maravillosos, que nos obsequia cada tiempo de lectura.
Leer nunca nos deja en el mismo sitio, y para esto sólo basta con citar a Amélie Nothomb cuando al comienzo de su novela "Cosmética del enemigo", haciendo alusión al hecho de leer en el real sentido de la palabra y no fingiendo hacerlo, el viajero, en teoría molesto, Textor Texel le dice a Jérôme Angust, quien fingía seguir leyendo para no escucharlo hablar: "Enseguida se nota cuando alguien está leyendo. El que lee, el que lee de verdad, está en otra parte. Y usted, caballero, estaba aquí."
Y sí, solo la lectura tiene el poder de hacer esas cosas en nosotros, partiendo de la imaginación y usando la mente como puente, para llevarnos hacia cualquier lugar, situación o momento.
Quizás se haya perdido, en gran parte de quienes no leen, la noción de lo que realmente representa el hecho fortuito de abrir un libro y zambullirse en sus página, ya que es probable que al ser el libro en sí mismo algo relativamente accesible y por tal motivo estar ahí, "al alcance de la mano" y por lo tanto parecer una invitación no tan atractiva como otras cosas que podrían venir a hacerle competencia a este "insignificante" conjunto de palabras reunidas, se lo haya dejado de lado o se lo haya minimizado por sobre otro tipo de ofertas de entretenimiento a seguir, postergando de manera constante su descubrimiento y disfrute.
Pero no es así y afortunadamente somos millones quienes hemos tenido la suerte de, en algún momento de nuestra vida, reparar en la grandeza que dejaría en nosotros la lectura y gustar de ella de una forma adictiva (sana, buena) que se incrementa y crece indefinidamente con cada nueva lectura.
Por eso estoy seguro que por más variada, estrafalaria y rimbombante que pueda ser una vida cualquiera, si ésta carece de la fortuna de la lectura, siempre será más opaca que la de quienes, además de todo lo demás (o sin todo lo demás), tengan la suerte de poder considerarse afanosos lectores.
¡A leer! ¡No perdamos tiempo, especialmente ese tiempo que tenemos libre y muchas veces dedicamos a cualquier cosa con tal de ocuparlo y gastarlo en algo, y leamos!
Leamos para así poder volar, disfrutar, viajar, bailar, estremecernos, soñar, aprender, padecer para crecer, y toda otra infinidad de cosas que sólo la lectura dejará en nosotros, en nuestra vida.

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