jueves, 4 de febrero de 2016

Ositos Cariñositos.


Es cierto que muchas veces uno debe esperar mucho tiempo para obtener aquello que quiere y desea desde lo más profundo de su ser, y tal es así que recién hace un par de semanas atrás, el viernes 8 de enero de 2016 para ser más precisos, y a mis 40, yo pude tener algo que desde niño siempre había querido tener y jamás se me había dado la "posibilidad" de alcanzar.

El tema es así. Yo soy un hombre gay, y ya desde pequeño tuve marcadas inclinaciones hacia las cosas (juguetes, canciones, programas de tevé y accesorios en general) de niñas más que de niños. Tal es así que durante la década del ochenta (de 1980) yo disfrutaba mirando unos dibujos animados, mundialmente conocidos con diferentes nombres según las zonas del mundo donde se los viera, que eran los Care Bears, Ositos Cariñositos en mi país, Argentina.
Tengo muy presente aún que para unas fiestas de fin de año yo había divisado desde hacía un tiempo atrás uno de estos ositos, con la clara intención de poder tenerlo como obsequio de ese tiempo en donde ya sea por los regalitos que nos dejaba Santa Claus o en su defecto los que nos traían los Reyes Magos un par de semanas después, los presentes abundaban y se materializaban más redundantemente que en otras épocas del año.
Y tanto es así, que yo deseaba ese osito que veía expuesto en la vidriera de un negocio enorme que a modo de tienda exhibía en sus ventanales desde productos para la pesca, para el hogar, indumentarias variadas y hasta, obviamente, juguetes, que cada vez que pasábamos con mis padres por ese lugar, por esa vidriera, yo me pegaba al vidrio mirando a ese osito que me volvía loco y, literalmente, me dejaba pegado a esa vitrina hasta que indefectiblemente debía continuar mi camino junto a mi familia.
Y como yo, aunque era niño en ese entonces podía presentir o darme cuenta de cosas específicas, me iba dando cuenta de que ese osito no iba a formar parte de los obsequios que iba a recibir para las fiestas, y como ya he aclarado que tenía inclinaciones por cosas de nenas y además habilidades típicas de niños de esa condición con respecto a su sexualidad, me hice un muñequito que emulaba al que deseaba recibir, (con un material casero, paño) para tener uno, en primer lugar por si nunca llegaba el que verdaderamente esperaba y en segundo lugar para que mis padres vieran que yo estaba adoleciendo de un auténtico osito, es decir de "ESE" que miraba muy seguido frente a ellos sin animarme a pedírselos por ser, en teoría y más para esos tiempos que vivíamos (década del '80), un juguete "para nenas".
Y así fue que no lo recibí en esas fiestas pero tampoco en otras. Jamás. Y lo habré añorado un tiempo considerable seguramente, hasta que, como todo en la vida, ese deseo con el tiempo fue menguando en su intensidad hasta abandonar mi esperanza de tenerlo junto a mí (momentáneamente).
Y digo que esa esperanza me abandonó de forma momentánea (no importa si momentánea con respecto a minutos, a días, a meses, o a años) porque cada tanto reaparecía, no sé bien bajo qué forma pero sí retornando como un leve ímpetu de que quizá, a lo mejor, alguna vez se daría una segunda oportunidad con otro niño, conmigo como puente, o de alguna manera sin forma concreta hasta entonces, pero con ese concepto de reivindicar ese deseo no cumplido como idea central, siempre que recordaba ese mal trago que tuve que atravesar porque no me animé a expresarme auténticamente en mi gusto y elección, seguramente porque de todos modos sabía cuál hubiese sido la respuesta obtenida si lo hacía; imaginable ahora por todos ustedes al saber que nunca lo pedí y preferí dejar que así se dieran las cosas en ese momento de mi vida.
Y fue así que luego, con los años, al menos en mi país dejó de emitirse la serie de ese dibujo animado y todo el merchandising, que cuando desaparecen de la pantalla algunas cosas también hace que desaparezcan del interés de los consumidores, fue quitado de las vidrieras de los negocios y de la vista de la gente. Y yo crecí y mi vida siguió su curso sin mayores complicaciones o sobresaltos; en fin, dejando atrás este triste episodio narrado.
Muchos años después, en el siglo siguiente (pasando de los 1900 a los 2000), volvieron los Ositos Cariñositos a estar en la pantalla de algún canal infantil por esta zona del mundo, por mi país, y eso fue todo. Pero no, eso no fue todo, porque con su regreso a la pantalla de tevé también volvió el merchandising de estos simpáticos animalitos; y fue así que un día, estando de vacaciones junto a mi pareja y a mi perro, los vi otra vez en la vidriera de una juguetería y lo que sentí en mi interior fue una mezcla de atracción instantánea por esos idénticos osos a aquel que yo miré durante largos meses, previos a las fiestas, en esa vidriera de mi ciudad natal hacía más de tres décadas atrás, y de una tristeza espontánea también por ese pequeño que nunca pudo tener eso que tanto quería, por miedo, por vergüenza, y por tantas cosas que habrá (habré) sentido al momento de intentar pedirlo, prefiriendo callar y resignar su máximo deseo por esos días. Y entonces no lo dudé y entré a ese negocio y compré ese Osito Cariñosito, ya no para mí sino para ese niño que quedó en mí y que con la esperanza renovada que nunca murió (por eso lo de su abandono momentáneo) ahora iba a poder tenerlo junto a él para siempre. JUNTO A Mí para siempre.
Y como cuando vi a estos ositos, y sentí el impulso de entrar a comprar uno, no encontré ese que yo había mirado cuando era niño, el celeste: Gruñosito (Grumpy Bear) y compré otro que me pareció oportuno: Amigaosita (Friend Bear), resulta que dos semanas después al pasar por esa misma juguetería vi esta vez sí al celeste con carita de enojado que nunca me regalaron, y para cerrar esta falta de tantos años, y hacerlo completo, llevé a casa conmigo a este pequeño osito también.
Y ahora obviamente que ya no jugaré con ellos ni nada de eso, pero ahí estarán, conmigo, como un símbolo de que yo mismo hice justicia con ese nene (con el de mi niñez) y cerré un episodio penoso, abrumador e indigno (así lo viví en ese tiempo) que jamás debería haberse dado de esa manera.
Y ahora, a falta de uno, tengo dos Ositos Cariñositos; aunque de todos modos no importa la cantidad sino el hecho en sí mismo y que por fin lo he logrado.

2 comentarios:

ferhand dijo...

Facu:

Cuán identificado me siento con tu relato. De niño me negaron muchas cosas que deseaba tener o realizar solo porque estaban destinadas para las niñas. Ese machismo totalitarista que determina las preferencias de las personas y hasta los sentimientos que deben tener unas y otros. Fui víctima del fascismo social que convence a las mayorías de que aquellas ovejas descarriadas de sus enseñanzas son personas, en muchos casos, de segunda categoría, por lo que pueden ser, bajo aprobación, víctimas del maltrato y las burlas de aquellos que siguen “el buen camino”.
Cuando niño tuve interés en muchas cosas. Aún de adulto me intereso por casi cualquier cosa, todo me gusta y llama la atención. Por eso he podido descubrir tantas cosas que me dan placer, por haber experimentado tanto en poco tiempo. Pero no todo se puede experimentar a la misma edad. Cuando pequeño tuve mucho interés en aprender a tocar piano. La música me interesaba de sobremanera y el piano colmaba mi interés luego de ver algunas presentaciones de os virtuosos. Mis padres, personas de otra época con una educación un poco más burguesa, consideraron que el estudio del piano era adecuado para las muchachas de buena familia, como una habilidad a desarrollar por las mismas, no para los varones. Y así me censuraron en mi cerebro cuando matriculé en las clases de piano a las que teníamos acceso por la educación primaria. Hoy, uno de mis amigos es pianista. Ha viajado el mundo entero y ahora se encuentra trabajando con el cantautor venezolano Franco de Vita. No es gay, pero sí pianista. Yo, no he salido a pasear ni a la esquina, soy gay y no soy pianista. Intenté recuperar el tiempo perdido y aprender piano o algún otro instrumento, pero ya era tarde, el oído se deformó y las notas no las puedo diferenciar totalmente. Tengo que limitarme a ser un consumidor pasivo del arte de los sonidos.
Ya mi madre no recuerda esa anécdota…pero yo sí.

Facundo Hisi dijo...

Muchas gracias por tus palabras, sinceramente me han llegado muy profundamente por estar corroborando un sentimiento y padecimiento que se pasó en otro momento de la vida y que nunca debe olvidarse (como lo ha hecho tu madre) para, con suerte, en algún momento revertir algo de toda esa angustia padecida siempre a causa de otros, y jamás a causa propia.
Creo que la vida siempre nos da una segunda oportunidad en todo, siempre lo he creído fervientemente y es por eso que puedo decirte que he vivido varias de ellas en algunos momentos de mis 40 años,
Todos los niños gays, especialmente los de otros tiempos, hemos sufrido por nuestra forma de ser, de vida, de elección, ya desde antes de que nos diéramos cuenta nosotros mismos que estábamos siendo o (dando a entender) estaríamos eligiendo más adelante, en nuestra adultez.
Por eso hay que estar atentos para tratar de sanar esas heridas instaladas en el alma y en el corazón para así poder continuar más liviano el camino que, de todas maneras, haremos a nuestro modo y gusto.
Muchas gracias nuevamente, y como tanto te ha gustado e interesado esta entrada, te dejo otra que habla de otro feo momento de mi vida, ya más agresivo, que seguramente te identificará y hará sentir reflejado en sus palabras:

http://facundohisi.blogspot.com.ar/2013/09/yo-padeci-bullying-cuando-aun-no-se-lo.html

Saludos y a curarnos por dentro que siempre habrá un momento para poder hacerlo. ¿Eso espero para mí y le deseo para los demás!