jueves, 11 de febrero de 2016

Se dialoga también con ellos.


¡Qué sería de mi vida sin el amor de los animales! Mejor dicho: ¡Qué sería de mi vida sin el amor de mi perro!
Hace un tiempo he leído un libro de Takashi Hiraide, "El gato que venía del cielo", y me encontré frente a una reflexión que aludía al vínculo entre personas y felinos, pero que tranquilamente puede ser aplicada para cualquier otro animal con el que el ser humano interactué afectivamente, en donde se dejaba bien clara la idea de que es muy común que quienes no tienen contacto diario con algún animal no puedan comprender las demostraciones de afecto casi ridículas proferidas sin temor alguno a ser observados o juzgados por miradas ajenas de los que sí tienen la suerte de poder compartir momentos de su vida con estos seres; e instantáneamente vinieron a mi mente muchas imágenes y muchas personas que actúan de forma displicente frente a quienes adoptan la postura anteriormente descrita con animales.
Y la burla por parte de quienes no pueden entendernos, y aquí vuelvo a hacer el relato en primera persona, es producto de una ignorancia dividida en dos partes bien visibles: la primera, aquella que no les permite saber o comprender lo que produce en el corazón de los seres humanos el disfrute de poder comunicarnos directamente con nuestros compañeros animales sabiendo que ellos nos entienden y disfrutan al igual que nosotros de ese trato que nos dispensamos mutuamente con miradas, palabras de nuestra parte y todo tipo de demostraciones de la de ellos; y la segunda, que salta a la vista, un dejo de envidia (no sé si buena o mala, eso ya no podemos determinarlo nosotros sino ellos) por darse cuenta quizás de su imposibilidad sensible de poder vivir y permitirse dejarse expresar espontáneamente, como sea que les salga, es decir desestructuradamente, dejando que hable solo el amor, el corazón entre ellos y un animal.
En fin, quienes dialogamos con el lenguaje del amor, del puro y verdadero solo expresado y puesto de manifiesto en el vínculo con un animal, sabemos que es natural que se nos envidie y por ende que se nos burle aún en nuestras propias narices y hocicos ya que no cualquiera puede llevar tan orgullosamente y con el pecho en alto este tipo de amores a lo más estelar de su vida.
Felices de todos los que somos felices y nos dejamos ver felices con quienes nos hacen verdaderamente felices por ser ellos en esencia felices y transmitir solo amor y felicidad a todo momento a todos aquellos que estén dispuestos a ser felices.

1 comentario:

Ann dijo...

Te entiendo perfectamente, a mí me suelen mirar como loca cuando hablo con mis gatos/conejo/tortuga y con los peces no hablo pero poco me falta jaja.
Cuando era más pequeña me negaba a tener personas en mi vida que no entendieran lo que sientes por tu mascota,pero con el tiempo me he resignado a ese tipo de personas,aunque eso no me hace dejar de ser una loca con mis mascotas.
Me alegro de ver que hay más como yo.