viernes, 8 de marzo de 2013

La felicidad, ¿cuestionable?

Una cosa es estar dispuesto y convocando desde todos los ámbitos personales a la, siempre bienvenida, felicidad; pregonándola y haciendo alusión a ella continuamente para, de esta manera, incorporarla a la vida propia; sabiendo que sólo radica -el hecho de encontrarla- en tener claro lo que uno verdaderamente desea sin las interferencias externas que suelen aparecer en momentos de elecciones o toma de decisiones, aceptando las propias limitaciones y no desechando energía en inútiles y vanas aspiraciones si éstas realmente no merecen ser contempladas por quien, equivocada y confundidamente, muchas veces las desea (suele ocurrir); y otra muy diferente es saberse siempre en el estado ideal de ser feliz, ya que la felicidad, como se descubre paulatinamente cuando uno se involucra en el tema, es algo que se es y no que se siente, es decir, no pasa por estar feliz la vida de una persona, sino por serlo.
Ser feliz, totalmente consciente, desde el ser mismo y tratando de mantenerse en esta plenitud, sabiendo que, aún sin dejar de serlo, estaremos enfrentando paralelamente diferentes momentos en los que nuestra vida se verá expuesta a determinadas improntas que pueden afectar, sólo parcial y momentáneamente, nuestro ser impregnado de felicidad, pero que por tal motivo sólo vendrán a sacudir esa estructura interna e intrínseca de cada individuo, más no significarán modificación alguna en la generalidad de ese ser feliz puramente interior.
Y es así que a veces nos sacuden -esa estructura- diferentes estímulos nocivos externos (que nada tienen que ver con nuestro ser interior absolutamente despojado y feliz) pero sabiendo que es parte de la vida y del hecho de transitarla, y contemplando afortunadamente estas nociones, es que debemos saber que, por lo tanto, como aparecen y se hacen notar, en menos de lo que podamos llegar a darnos cuenta, se van y ya no siguen con nosotros.
Por eso, cuándo uno se jacta y goza de ser feliz y aparece algo externo que, en teoría, no podría no modificar el ideal ser de felicidad que abrazamos, está bueno saber que todo eso externo es algo momentáneo y que como tal nada puede influir en nosotros; para así continuar tranquilos ya que si bien no siempre nos sentimos igual de felices, nada vulnerará la felicidad de nuestro ser, en ese estado puro interior que brilla y resplandece en c/u de nosotros.

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