lunes, 11 de marzo de 2013

Poner contra el paredón.

Frase tan trillada y, según los momentos en los que se haga referencia a ella, tan desafortunada, triste, y hasta trágica; como así también cómica o simplemente incómoda en contextos más livianos y sin tanta relevancia en lo que a lo que quiere expresarse (con ella) se refiere.
Todos alguna vez (haciendo uso liviano de la frase, claro) hemos sido puestos contra el paredón en cualesquiera de sus formas e interpretaciones, y seguramente también hemos puesto a alguien más en ese lugar.
Por eso, las palabras que tanto mal pueden hacer a veces, otras pueden ser sólo un instrumento asociativo de determinada idea a la que se pretende llegar, usándola, y que con sólo llegar "hasta ese lugar" (esa idea), dan por terminada su finalidad al momento de pronunciarlas.
Ahora, cuando el paredón no es luminoso ni con vereda brillante como la de la foto y remite a otro tiempo e instrumento, de la maldad del hombre por sobre los mismos hombres o los animales por ejemplo, ahí sí debemos ser cuidadosos y no ahondar con las palabras de una frase que sólo puede generar dolor, descontento o malestar al usarlas.
Pero como esto es sólo una entrada de blog que partió de la foto tomada -cuando caminaba junto a mi perro por mi barrio- al paredón enorme y largo que delimita el terreno del cementerio de la Recoleta, en la CABA para ser más preciso, sólo me extendí en la idea de usar, en tal o cual tiempo y lugar, una determinada frase que se me presentó al ver este lugar y sentir ganas de fotografiarlo para terminar comentando algo como lo que acabo de comentar aquí, en mi blog. Nada más amigos. Sin ninguna otra intención. ¡No me pongan contra el paredón ahora por esto che!!

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