jueves, 6 de diciembre de 2012

Compartir una flaqueza personal es fortalecernos colectivamente.

Si bien pregono a diario y comento en mis redes sociales que estoy en el camino de privilegiar mi ser interior, por sobre cualquier otra cosa en lo que a mi vida y a la forma de vivirla se refiere, también debo decir que algunas veces se me hace más fácil y llevadero que otras, por etapas, y por tal motivo el tratamiento que debo darle a mis días cambia vertiginosamente en uno u otro momento.
Todo lleva su tiempo y si bien para quien logra vivir una vida basada en su presente absoluto conformado por la vivencia y el gozo interior que se plasman en su actitud de vida (esa que tenemos y nos define) todo es más fácil, creo que como todo lo bueno, y que realmente prende y provoca un cambio, esta modalidad que llevo adelante para mi vida -de vivir a partir de la felicidad interna generada por mí mismo en este presente absoluto que nunca pasa- es un camino que me cuesta un poco recorrer, cada tanto, hasta que lo naturalice e incorpore en mi vida para ya no representar ningún esfuerzo transitarlo, vivirlo.
No sé bien porque expreso esta flaqueza (es esto lo que muestro en definitiva aquí) de mi forma de encarar y llevar adelante algunas cosas trascendentales como la que hoy comento. Será quizás que al no haber logrado todavía en forma completa lo que aspiro a ser en mi ser, busco un bálsamo y un empujoncito -que sólo yo puedo darme y por eso, quizás, recurro a expresarlo- para seguir trabajando en mi felicidad y fortaleza interior.

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