sábado, 1 de diciembre de 2012

Mis piernas necesitarían crema, pero...

Siempre me he cuidado, a lo largo de toda mi vida y particularmente en estos últimos años en los que, producto de mi edad (entre 35 y 40 años), y del crecimiento que experimento en mi persona, crecimiento que acompaña los años pero trasciende este mero punto y espacio temporal, las decisiones que he tomado con respecto a revalorizar mi vida y mi salud -física, mental y espiritual- han sido puestas en valor al momento de llevarlas a cabo y se han plasmado, entre otras, en elecciones de medidas concretas (no fumar, no drogas, no excesos, etc.) y en otras de medidas, que si bien terminan siendo concretas finalmente, apuntan en esencia a una sanidad mental e interior que se lleva a cabo desde lo profundo del ser y que hace a las elecciones de vida que nos marcan en determinados momentos, y para siempre. El veganismo, por ejemplo, una decisión de forma de vida que llevo adelante desde hace bastante tiempo, y que si bien es externa en la elección de alimentos y vestimentas que no se vinculen con un origen animal por respetar y valorar la vida de estas criaturas como seres indefensos ante la crueldad del hombre y la mujer de este mundo que en pos de su satisfacción personal arrasa con vidas que deberían, al igual que nosotros los seres humanos, tener el derecho a vivir en libertad y felicidad (resumiendo la idea de veganismo al máximo para no extenderme en ella ya que no hace a esta entrada en cuestión); es algo que parte de una elección absolutamente interna a quien la toma y la promueve para su vida. Ésta, sirve perfectamente como una de las elecciones que más explican que todo lo interno termina reflejándose también en lo externo y que siempre es natural que una persona privilegie un tipo de aspectos en su vida y por este motivo apunte a trabajar sobre él como yo he apuntado a lo interior -por sobre lo exterior- de mi ser, considerándolo en cada momento de mi vida y en la actualidad también, claro está, como lo único verdaderamente importante para mí y para cualquier ser vivo.
Todo esto no quiere decir que esté o ande hecho un harapo por ahí, al contrario, ya que cuido mi aspecto; por mi en primer lugar y por los demás luego, para dar una imagen como la que me gusta recibir en el contacto diario con la gente, sin ser esta pretensión, aclaro, un motivo decisivo para entablar trato con alguien, por otro lado.
Pero básicamente me doy cuenta, y lo digo feliz, que privilegio definitivamente lo interior en mi persona, y en los demás, ya que podría decir que no soy de los que anden cuidándose con cremas -diurnas y nocturnas- o con tratamientos corporales, faciales o dentales, por ejemplo.
Otra vez, aclaro que visito a mi odontólogo, a mi dermatólogo y al resto de los profesionales que corresponda, si veo que algo está mal o me parece que podría estar mejor, de algún u otro modo; más sólo en esa ocasión ya que como vengo sosteniendo no me preocupa hacerme los dientes nuevos para que se luzcan archi-recontra-blancos en mi boca, como muchos si lo hacen, por ejemplo. Dientes que quien se los hace tiene todo el derecho a hacerlo y no me molesta en lo más mínimo, sólo que tomo este ejemplo para exponer mi situación y elección con respecto al este tema de cuidarme y estar bien. Quien sea feliz a través de este tipo de cosas, adelante. Cada uno se dará cuenta, a su debido momento, en donde radica la verdadera felicidad.
Otro ejemplo, el que me llevó a escribir esta entrada de blog.
Estoy tirado en el pasto del parque con mi perro mientras escribo esta entrada, y mirando el entorno pude ver mis piernas y creo que podrían necesitar un poco de crema ya que producto de haber estado más de 15 días en la playa y yendo al mar casi a diario, por supuesto se han resecado un poco. Bueno, ahí, con este ejemplo defino mi preocupación por lo interno de mi ser, privilegiada por sobre lo exterior, lo comúnmente llamado estético, a él, ya que hace aproximadamente 5 días que llegué del mar y recién ahora -porque estaba relajado, tirado en el parque y sin más que hacer que poder observar detalladamente todo- lo he descubierto. Otro tipo de persona, más abocada a la estética puramente corporal ya lo habría notado, de no haber ido encremándose diariamente mientras estaba en sus días de playa, algo que por otra parte yo no hice ni suelo hacer jamás.
En fin, mi ser interior, ese que finalmente se traduce y se muestra en mi exterior, sí que me preocupa y ocupa, y por este motivo no lo pierdo de vista nunca y constantemente estoy abocado a la tarea de embellecerlo y alimentarlo de cosas buenas para que sea feliz, ya que la mejora de lo demás, vendrá como consecuencia de una buena puesta a punto de este primer y esencial aspecto de cada persona, el interior.

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