lunes, 30 de julio de 2012

"Alabanza". (J. M. Castiñeira de Dios)

El historiador Fermín Chávez suele recordar las experiencias compartidas en la Peña que funcionó en el Hogar de la Empleada -avenida del Mayo al 800 en la capital federal argentina- donde Eva Perón se encontraba con trabajadores, entre ellos destacados artistas. Hasta ese lugar también llegó José María Castiñeira de Dios y después, invitado por Evita participó en los encuentros con los argentinos que más necesitaban. Distintos autores han destacado que ella acariciaba hasta a los enfermos y entre tantas anécdotas se alude a Castiñeira de Dios cuando intentó evitar que besara a una mujer con visibles llagas. El poeta, conmovido por ese desenlace, comentó después que esa noche casi no podía dormir y sintió el incontenible impulso de escribir un poema de “Alabanza”... 



“El hombre llamó Eva a su mujer
por ser la madre de todos los vivientes”
Génesis 3/20 

Tal como el hombre solitario mira la luna y las estrellas
y aunque está solo y es muy pobre es el más rico de la tierra,
con estos pobres ojos míos Dios ha querido que yo vea
no las estrellas y la luna, sino la suma de la luna y las estrellas,
todas reunidas en un haz, como los trigos de la siega,
para que, pobres ojos míos, ricos de luz así la vean
como a María, sobre el mundo de la humildad y la pobreza,
y, sobre el mundo del amor y la hermosura, como a Eva.

Y así la vieron estos ojos, Eva de toda la hermosura:
las manos claras como un río al que ninguna sombra enturbia,
la boca hermosa como un viento que crea el mundo de la música,
los ojos vivos como un fuego que vence todas las penumbras,
y el pelo suelto como un sueño o apretado como una fruta,
para que, pobres ojos míos, sigan mirando hacia la altura,
desde la tierra hacia su rostro, desde la tierra más oscura,
hacia ese rostro tan perfecto que es cielo, igual, sin sol ni luna.

Y así la vieron estos ojos, en su belleza de María:
las manos dulces como un sol dominical lleno de dicha,
la boca suave como agua repartidora de alegrías,
los ojos puros como un cielo donde jamás se pone el día,
y el corazón mostrando a todos su puro árbol de la vida
como un inmenso pelícano o como una eucaristía,
para que el Pueblo de la patria beba su voz caritativa
y se alimente de su sangre como la tierra se alimentaba de sus días.

Eva y María están juntas en la mujer que mi voz canta
que más que nombres son un nombre,
como dos ojos es igual a una mirada,
y más que manos, es la mano de quien la tiende en la desgracia,
y más que bocas, es la boca de quien elogia cuando habla,
y más que ojos, son los ojos de quien da fe con su mirada,
para que el hombre solitario alce su rostro hasta sus plantas
y vea en la luna y las estrellas, sobre la tierra de la patria,
a Eva y María, María Eva, transfigurada en la Esperanza.

(Poema ilustrado, publicado en la revista “Mundo Peronista”,
Año I, Nº 24, 1º de Julio de 1952, p. 23.
Todos los versos iniciados con mayúsculas. Autor: “J. M. Castiñeira de Dios”.)

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