martes, 12 de febrero de 2013

¡¡Cómo lo dejé ahí tirado!!!

Antes de ayer, pasando frente al edificio de la cancillería, enorme torre con vidrios de cristales espejados, veo que mi perro se acerca a algo que había tirado en el piso.
Ante cualquier cosa que mi perro se acerque a oler, enseguida lo saco con un llamado de atención ya que (teniendo en cuenta que es un labrador y gusta de comer lo que por allí encuentre o le den) siempre tomo esa actitud por precaución.
El hecho es que él se fue y yo me acerqué para ver que era eso que estaba ahí en el suelo, y resultó ser un colibrí que estaba muerto sobre la vereda.
En eso se acerca hacia mi una persona de la Policía Federal Argentina, que custodiaba el edificio, y me dice que es muy común que eso pase y que los pajaritos, en su vuelo se confundan por el reflejo del sol sobre los espejados paneles del edificio, y terminen estrellándose sin más.
Producto de esta conversación, de mi perro que andaba por ahí en la vereda y de un par de señoras que pasaban del brazo y les llamó la atención tanto como a mi ver a este pajarito tirado en esa vereda, creo que fue que después de terminar mi diálogo con el oficial de la policía y con las señoras que entablaron charla conmigo por este tema también, seguí camino porque se venía un aguacero y quería llegar a casa (entre otras cosas finalmente se vino el aguacero nomás), no presté mayor interés y continué mi camino; y ahora que lo pienso, y recordando esto, teniendo en cuenta lo poco común que es ver a estas aves tan de cerca y apreciarlas como pude hacerlo al ver ésta que encontré, además de asociar todo lo místico y mágico que tienen los colibríes o picaflores, no entiendo como no lo agarré y lo llevé hasta una plaza (que tanto visitamos a diario con mi perro) y lo deposité bajo un árbol, o en la tierra, pero alejándolo del cemento y la desolación de esa vereda en la que lo encontré y lo dejé.
Es verdad que ya estaba muerto, sí, pero ¡qué importa!!, debería haberlo llevado a otro lugar más respetable y no lo hice. Ahora me da pena no haberme dado cuenta en el momento de que podía haberlo hecho.
Ojalá que no tenga una próxima oportunidad para hacer algo así, pero de suceder, no volveré a quedarme en el papel de ser solo un mero espectador, lo prometo.

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