miércoles, 20 de febrero de 2013

Recinto de cultura e historia.

Paso muy seguido por la que es en la actualidad la Biblioteca Nacional, ubicada en el predio que otrora fuera la residencia presidencial del Cnel. Juan Domingo Perón y su esposa Eva Duarte, y no existe una sola de estas veces en la que no piense que allí estuvo emplazada esa mansión y, más exactamente, que por allí, en esos caminos que descienden desde el edificio hacia la Avenida del Libertador -que aún hoy se conservan- y bajo esos añejos árboles que aún permanecen en pie haya estado o al menos pasado en sus salidas de la casa y las posteriores llegadas de madrugada luego de interminables horas de trabajo en su despacho, la compañera Evita.
No puedo evitarlo, y según la tranquilidad que observe mi cuerpo y mi espíritu, en dichos momentos, también me conmociona pensar y darme cuenta de tales cosas.
Por eso la foto que tomé desde el exterior, a través de una de las ventanas que dan a la calle Agüero, cuando pasaba por los jardines de la biblioteca mientras regresaba a casa luego de haber estado allí, en su explanada, con mi perro días atrás; y por eso el título de esta entrada, ya que amén de haberse transformado con el tiempo y la posterior demolición de la antigua residencia -Palacio Unzué- motivada por el odio a todo lo que pudiera hacer referencia al peronismo a partir de 1955, este lugar, todo él, es un sinónimo de cultura e historia de igual relevancia e importancia, desde cualquiera de las dos aristas de abordaje por la que se lo contemple; ya sea la de una biblioteca nacional o la del terreno de la ya demolida residencia presidencial de Perón y Evita.

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