miércoles, 19 de junio de 2013

¡Esa estación de Vivaldi!

Es una de Las Cuatro Estaciones, de Vivaldi (1.678-1.741), una específicamente, la que me llega al corazón, inexplicablemente por sobre las demás; como es todo lo que generalmente fluye del arte en quien lo interpreta y en quien lo aprecia dejándose conmover por él.
El Invierno. Me traspasa el cuerpo, literalmente, y me sumerge cada vez que la escucho en un mar de emoción y estremecimiento muy fuertes que me erizan la piel y me transportan a lugares que no puedo describir con palabras, y que son enteramente sensitivos y emocionales.
Es la fuerza de esas cuerdas que principalmente me abraza y me envuelve, no dejándome libre para experimentar otra vivencia que no sea la de la conmoción más bella y pura que pueda sentirse en el pecho.
Desde el inicio de la pieza musical su cadencia eleva mi espíritu envolviéndolo con vehemencia y haciendo de mí un ser absolutamente libre y despojado, alejado de todo lo que me rodee en el espacio y en el tiempo; abriendo mis sentidos a un placer auditivo, sensorial y vibrante que mi persona logra alcanzar -a este nivel- con esta obra como con ninguna otra del amplio abanico que ofrece la música clásica, de cámara y sinfónica.
No quiero ahondar más en palabras porque de todos modos siempre faltará algo que explique de forma más acabada lo que significa para mi escuchar y percibir El Invierno.
Por eso prefiero seguir disfrutando de esta hermosa creación, y hacerlo en este momento junto a ustedes. Qué la emoción los estreche entre sus brazos, al menos un mínimo de lo que lo hace conmigo cuando suena esta melodía.♪


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