sábado, 1 de junio de 2013

Maraña de opciones.

Tenemos continuamente ante nuestros ojos la más variada oferta, del más variado tipo y estilo, que hace que sin darnos cuenta nos vayamos perdiendo de nosotros mismos enredándonos en esa maraña de opciones externas.
Esta maraña de opciones, como la denomino para hacer referencia a todo lo que la vida de esta época ofrece diariamente llegando al nivel de saturar nuestra capacidad de poder dar respuesta a tantas opciones, solo va socavando la autenticidad de cada uno que en tren de poseer para así de esta manera sentirse dentro de la rueda en la que la modernidad del consumo lo acoge, deja de mirar para otro lado más interesante, o al menos verdadero, como es el de la realidad personal, esa que nos constituye en nuestra auténtica forma de ser.
Y no le damos respiro a nuestros sentidos y a nuestra capacidad de poder dejar de intentar reflejarse en todo aquello que se nos ofrece, y por tal motivo resulta hasta casi un disparate pensar que en algún momento podría primar -en importancia- nuestro interior por sobre todo aquello que juega de señuelo para nuestra motivación y deseos.
Nadie tiene la culpa, de nada. La culpa no existe si damos prioridad al hecho de que nada es en sí mismo real -por sí sólo- sino que viene a manifestarse en nuestra percepción como el complejo encadenamiento de diferentes tipos de secuencias que luego de años y años, e influencias de todo tipo y lugar, han ido decantando en objetos, estímulos y demás componentes de este mega abanico que existe en nuestro afuera; tan alejado a nuestra esencia y a nuestro Ser y que sin embargo tanto nos empeñamos en privilegiar por sobre nosotros mismos.
Nada tiene el sentido que se precie como identificador de algo o de alguien sino el que cada uno le da. Nosotros le proporcionamos importancia y relevancia a todo aquello que también podríamos reconsiderar y desestimar. Pero estamos inmersos en el mundo de la vida basada en la importancia del reflejo que damos, recibimos y del que deseamos ver en nuestra vida basándonos en la de los demás, todo el tiempo.
Es una maraña importante de destellos que sólo encandila y obstruye la verdadera forma de ver y de ser; y estará en cada uno tratar de enfocar bien la mirada para no ir por la vida "sin ver" y "sin ser", para poder experimentar otro tipo de emociones que se alejen de la valoración y del protagonismo de nuestro ego, de todo lo externo que lo alimenta y lo hace sentir importante, y esencialmente de la ausencia de una vida interior y gratificante, relegada ante todo lo externo a ella.

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