viernes, 14 de octubre de 2016

El molde.

Cuando debemos tocar fondo ─tierra firme─ para dar el salto con envión y salir a la superficie que deseamos es un momento bastante letárgico que se demora muchas veces una eternidad. Por eso hay que ir haciéndose el bobo ─para uno mismo─ y así, como quien no quiere la cosa y como sin darnos cuenta, encausar esa intención de tomar ímpetu pisando la base de las flojeras y los fastidios para dejarlos bien allá abajo, y lejos de nuestra vida, y arrancar ─saltar─ en pos de alcanzar lo que se nos antoje.
Sirve y es permitido estar un poco en eso de postergar algo que sabemos que debemos hacer por nuestro bien, si sabemos también por otra parte que nada tremendo puede significar el hacerse el distraído y dejar pasar el tiempo antes de hacerlo. Así cuando llega el momento, en que sin darnos cuenta nos encontramos enfrascados en ir hacia "allí" y caminar con rumbo definido hacia un lugar concreto, ya nada detiene nuestro andar definido y decidido.
Es difícil vivir. Vaya novedad. Si nos hubieran avisado a que estaríamos expuesto en "este lugar" al que nos trajeron otras personas, por otros motivos diferentes a los que podríamos haber esgrimido nosotros, de poder haber llevado a cabo tal accionar, no sé cuál hubiera sido nuestra actitud.
Que la cosa es cuestión de suerte, en gran parte de los casos, seguro. Y así es y será siempre. Total nada se detiene ni nadie se inmola por nadie ni por nada de lo que pase con los demás, en este lugar en el que es difícil estar.
No imposible es sin embargo el hecho de darse cuenta y asumir ─muy pocos lo hacen, por otra parte─ lo despótico del rito de encajar en un molde preestablecido que nada tiene que ver con nadie ya que jamás se puede llegar a ser igual al otro y por lo tanto hacer lo que todos hacen, para sentir que "son", es algo ficticio e irreal aunque revista de la auténtica mirada aprobatoria y pontificia de lo normal y dignamente moral.
Que nadie se ha permitido salirse de ese estándar y que los que lo hacen suelen ser tenidos por extraños, diferentes y malogrados como integrantes de ese molde en el que todos, pareciera, se desesperan por encajar es la retórica definitiva.
Muchas veces el molde que acoge y delimita el accionar —reprimido— que se desea llevar adelante es el que termina ahogando a sus componentes/integrantes, transformándolos en meras piezas de ese engranaje gris y mecánico que solo lleva a metas, muy trabajosas, en las que se invierte la vida —se la deja ir en ellas— pero que no revisten de una verdadera celebración desde cada ejecutante de las mismas.
Intrascendente es sentirse fuera de un ámbito en el que no se desea estar ni entrar —pero que a la vez no se puede escapar, como una macro estructura fuertemente instalada en el inconsciente de todo ser humano— y entregarse a la demanda colectiva accediendo finalmente a pasar a encastrar en la rueda loca del común denominador en el movimiento de todo el grupo completo del molde.
Es para pensar, rever y preguntarse continuamente si se está en el lugar que se desea y si no ha pasado que sin darnos cuenta se ha abandonado el glorioso arrebato de ser quien brota de nuestro interior pidiendo aflorar y ser; solamente eso.

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