Pienso que mucha gente a veces
va confundida por la vida con respecto a la forma de ver o pensar sobre algunas
posturas asumidas por otros frente a determinadas cosas. Por ejemplo: uno puede
pensar que es un estilo de vida adoptar un modo de vestir o de llevar cortado el
cabello o, si se quiere, de profesar cierta creencia o ideología. Ahora bien,
cuando se habla de tomar una decisión para la propia vida que también, y en
forma principal y absoluta, apunta a mejorar y salvar otras vidas, como es el
caso de asumirse vegano (o en una primera instancia vegetariano) para evitar la
explotación, el maltrato y la muerte de los animales, no se puede asumir la misma manera de verla y pensarla como
una (otra) postura (más) ante la vida porque sería reducir demasiado una
actitud que excede la mera opción de hacer algo para uno mismo poniéndola al
mismo nivel de otras que podríamos llamar “snobs” en donde sí se hace algo,
repito, por uno mismo. Dicho de otra forma; sería como no querer o no poder ver
y/o entender la totalidad de tal elección (no ver el bosque y quedarse sólo con
un árbol) que viene a significar una modificación que se hace en realidad por
los demás, en este caso por los animales, y no por uno mismo; aunque de todos
modos la mejoría también le toque a quien asuma este cambio alimenticio y de
otras elecciones ya que se mejora su forma valorar y modo de alimentación y, de
ahí en más, seguramente su vida, toda. Pero volviendo al punto principal, creo
que una elección de esta naturaleza no puede ser tomada a la ligera como una postura
de vida, como diciendo: “-Y bueno, cada uno hace lo que quiere, total…”, como
otra cosa más de las que tantas veces hemos comenzado a hacer (una clase de
spinning, por citar algo) para luego dejar de hacer al tiempo; porque se estaría
reduciendo a un gusto o a una selección “a la moda” en todo caso (quizás
pasajera, porqué no) y no a lo que realmente es: ayudar desde cada uno con el
pequeño aporte personal a evitar el sufrimiento, la explotación y el maltrato
sobre otros seres vivos resignando gustos y placeres gastronómicos y de otros
estilos que pasan a ser reemplazados por otros que no conllevan ningún tipo de
perjuicio para su obtención sobre ninguna otra vida; gustos y placeres
gastronómicos que quizás no tendrían porqué dejarnos de gustar pero que,
repito, ya no nos interesa consumir en pos de colaborar con el hecho de
participar en la acción de evitarles sufrimientos a ellos, lo recalco otra vez,
los animales. Y tan cierto es esto último, que además define en gran
medida lo que hacemos los veganos (y vegetarianos que van camino al veganismo),
que resumo la idea dándole cierre diciendo que los animales que dejamos de
comer, de usar como vestido, calzado, accesorios de nuestra vida,
entretenimiento, etc., no tienen porqué pasar a desagradarnos automáticamente
en esas formas en las que antes éramos sus “usuarios”; y en eso consiste lo
grande de tal elección: que siendo un placer que antes disfrutábamos ahora
elegimos resignarlo en pos del amor por la vida y porque no queremos seguir
siendo partícipes de ese engranaje sociocultural tan añejo, provecto y vetusto
que ocasiona egoístamente sufrimiento innecesario sobre vidas inocentes que son maltratadas y, en última instancia, asesinadas para el deleite humano.
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