¿Vieron cuando se siente ese dolor fuerte en el pecho, ese que metafóricamente uno dice que le duele "el alma"? Bueno, ese dolor forma parte de los dolores que son los que, además de muchas otras cosas de las cuales no podría hablar de todas porque estaría desconociendo el tema, nos marcan, nos definen y, sumados unos con otros, son el resultante de lo que, a la postre, terminamos siendo cada uno de nosotros.
Y duele el alma muchas veces. Sí, vaya que duele. No es posible pensar que existe alguien que no haya padecido tal dolor, porque seguramente quien lee estas líneas y quien las escribe padece de sus síntomas en más de una oportunidad, quieran o no reconocerlo.
Hay una vieja premisa que de tan antigua se desconoce su autor que reza que "vivir es sufrir"; y puede ser que así sea pero solo en parte ya que la vida es, y si no lo es debería serlo, el único momento de felicidad que tenemos para estar viviendo absolutamente impregnados de este tiempo y de este, nuestro, momento y disfrutarlo a pesar de los embates que nos toque librar cada día.
El dolor aparece sin ser buscado pero debe desaparecer a conciencia, producto de una razonada plenitud que se consiga sabiendo que quien se aferra al malestar solo podrá generar más malestar resultando así muy difícil cortar la racha que lo sumerge en las profundidades de ese dolor.
Y cuando es difícil alejarlo de nosotros, por más intentos que hagamos, sepamos que si estamos parados en el lugar de quien se permite vivirlo (sufrirlo) momentáneamente, para darle posterior salida una vez asimilado, el proceso que solo se dará mientras lo vivamos será mucho más concienciado y cuando ese dolor se haya ido lo habrá hecho definitivamente.
Por último también podemos, si todo el contexto nos lo permite, hacer "oídos sordos" o "la vista gorda" a ese dolor distrayendo nuestra mente y nuestro espíritu en cosas opuestas a modo de "caricias al alma" ya que después de todo si el dolor que uno siente lo expresa como "dolor en el alma" qué mejor que darle mimos y caricias a ésta para que sane pronto.
Por eso, a vivir y a seguir viviendo que todo es tan presente que nada puede perdurar más allá del instante en el que nosotros decidamos darle entidad, importancia o simplemente dejar de hacerlo.
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