domingo, 24 de junio de 2012

Los animales.

Quien no pueda detenerse a mirar por un minuto en la mirada de un perro o de cualquier otro animal (ya que para el caso es lo mismo) y descubrir la bondad y la pureza que encierra la mirada de estos seres vivos no puede considerarse una persona que haya entendido como es ese cúmulo de cosas esenciales de esta vida.
Ese amor incalculable que está ahí, en cada ser de la especie animal, esperando a ser considerado por nosotros los seres humanos es un obsequio que la vida puede hacernos a todos, y que sólo requiere de cada uno y de la propia iniciativa para que se lleve a cabo y se realice en todas las personas que habitamos este mundo.
Son amores incondicionales y fidelidades absolutas, como nunca podrán aparecer ni alcanzarse desde un corazón humano que quiera ufanarse de ser parecido al de ellos, los animales.
Muchas cosas representa la vida terrenal, la obtención de metas, la llegada a objetivos, la generación de estímulos y el compartir afectos para sentirse un ser humano íntegro y completo. Más si todas estas cosas no van acompañadas de la felicidad que produce poder nivelar en algunos momentos de nuestra vida las vivencias con seres de la especie animal, seguramente nuestra vida estará incompleta y aún le faltará ser abrazada por esta magnífica experiencia de amor y compañerismo que produce el estar al lado de un amigo y compañero de vida no humano como son los animales.
Demos lugar a este tipo de relaciones que engrandecen la parte humana de cada persona, además de dignificarla y engrandecerla a cada momento de este mágico y supremo intercambio. Ellos quieren vivir su vida de la mejor manera que puedan, como nos pasa a cualquiera de nosotros, y en el caso de los animales domesticados es más evidente que desean estar junto a los hombres y mujeres que están desperdigados por el mundo entero, en muchos casos solos y abandonados y en otros con familias que podrían sumar a un integrante que solo aportará felicidad y amor haciéndose considerar uno más del grupo en poco tiempo.
El hombre los domesticó, entonces le corresponde al hombre hacerse cargo de ellos y no dejarlos a la deriva, solos y abandonados a su suerte ahora que ya ha pasado tanto tiempo de esas primeras búsquedas e intentos de hacerlos sociables creándoles un vínculo con los humanos que ellos tomaron, desarrollaron y están dispuestos a defender no entendiendo el porque de la vuelta atrás de estos mismos hombres que ahora los abandonan o no responden ante su situación de calle y desprotección total.
Con respecto a los salvajes, deben seguir siéndolo y gozando de la libertad que el mismo hombre debería cuidar y garantizarles durante todo el tiempo que dure sus vidas, no cazándolos, no asesinándolos, no atrapándolos y dejándolos vivir libremente en su hábitat natural, no queriendo tomar ventaja de sus vidas para lucro humano bajo ningún punto de vista.
Vienen a este mundo, como nosotros, para ser felices. Qué su encuentro con los seres humanos signifique un motivo de felicidad, seguridad y confianza y no de tortura, miedo y horror.
No podemos permitirnos el hecho de ser sinónimo de verdugos para la imagen que representa el hombre en la mayoría de los casos para con ellos, los animales.
Seamos entonces un canal de mejora para sus vidas, un puente entre aquello que puede hacerles bien y ayudarlos a vivir plenamente y la realización de esto mismo, ya sea en un bosque, en el mar o en el río, en un campo o en una selva junto al resto de los de sus especie o por el contrario en una casa, pasando del sillón del living a la cama de alguna habitación y rodeado de su familia -por adopción- humana.
Seres de amor y de luz que están ahí, de una u otra manera tan cerca nuestro, merecen lo mejor y es nuestra responsabilidad que así suceda.

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