Los cuentos, relatos, de Griselda Gambaro tienen ese toque que los hace pasar a ser momentos que ─mientras se los lee y tiempo después de hacerlo─ se transforman en un río de imágenes que no se puede evitar permitir que siga su curso.
Leer siempre ha llevado a los lectores a diferentes mundos, a diferentes emociones, y a un montón de estados y lugares comunes más. Pero, justamente, muchas veces los relatos solo nos llevan a situarnos en lo antes descrito sin poder focalizar la imagen concreta de lo narrado, en lugar de ponernos frente a las hojas como si estuviésemos frente a una pantalla de cine viendo claramente la historia que leemos —no queriendo decir con esto que lo leído en esos casos sea malo o carente de expresión porque no nos lleve a identificar contundentemente una escena sino sólo a encontrarnos en una vaguedad emocional que la mayoría de las veces nos deja movilizados y nada más─.
Vale una salvedad y aclaración en este momento del relato para corroborar que en cualquier tipo de ─buenas─ lecturas nos transportamos y viajamos con éstas, y la diferencia puede estar en que con algunas quedamos en el sentirnos quizás todos inmersos en ese relato y con otras podemos además observarlo todo desde afuera viendo claramente cada detalle de lo contado gracias a la descripción obtenida.
Bueno, Gambaro nos permite tomar este lugar y sentirlo en carne propia pero sin dejar de estar mirándolo desde un hito apartado, y es ésta realmente una virtud. Y hablo de hacer de las letras imágenes concretas, específicas, puras y absolutamente visibles.
Yo soy lector empedernido ya que no existe momento o época de mi vida en la que no esté leyendo uno, dos y hasta más títulos de cualquier género literario. Pero cuando por ejemplo de libros de cuentos se trata, en los que es fácil comenzar y terminar determinada historia pudiendo pasar a otro libro para después retornar al anterior sin haber perdido el hilo de nada ya que la historia leída terminó en su momento, esto de estar leyendo varios libros a la vez se vuelve absolutamente fácil por el mismo tema de que no hay que estar recordando la historia dejada en el libro anterior, como decía recién, porque al volver únicamente será menester comenzar con una nueva, la siguiente, que forma parte este compendio de cuentos y relatos.
Decía que soy un lector empedernido y por lo tanto en mi vasta lectura que va desde un José Lezama Lima o una J. K. Rowling pasando por Margerite Duras, Italo Calvino, Clarice Lispector o Ian McEwan, hasta un Roberto Arlt o un Mai Jia, por citar algunos nombres, me he encontrado con diferentes estilos y abordajes de narraciones y siempre de todos he obtenido lo más brillante y lo más oscuro que se escondía en ellos ya que esa también es la tarea y la misión de los lectores. Por eso, cuando el brillo es tan grande que permite dibujar y observar como en una película lo que se va leyendo es necesario resaltarlo y comunicarlo a los demás porque quizás haya alguien que pueda interesarse en leer y ver este tipo de relatos tan gráficos que, una vez descubiertos, serán del total provecho para el afortunado lector o la afortunada lectora.
Leer siempre ha llevado a los lectores a diferentes mundos, a diferentes emociones, y a un montón de estados y lugares comunes más. Pero, justamente, muchas veces los relatos solo nos llevan a situarnos en lo antes descrito sin poder focalizar la imagen concreta de lo narrado, en lugar de ponernos frente a las hojas como si estuviésemos frente a una pantalla de cine viendo claramente la historia que leemos —no queriendo decir con esto que lo leído en esos casos sea malo o carente de expresión porque no nos lleve a identificar contundentemente una escena sino sólo a encontrarnos en una vaguedad emocional que la mayoría de las veces nos deja movilizados y nada más─.
Vale una salvedad y aclaración en este momento del relato para corroborar que en cualquier tipo de ─buenas─ lecturas nos transportamos y viajamos con éstas, y la diferencia puede estar en que con algunas quedamos en el sentirnos quizás todos inmersos en ese relato y con otras podemos además observarlo todo desde afuera viendo claramente cada detalle de lo contado gracias a la descripción obtenida.
Bueno, Gambaro nos permite tomar este lugar y sentirlo en carne propia pero sin dejar de estar mirándolo desde un hito apartado, y es ésta realmente una virtud. Y hablo de hacer de las letras imágenes concretas, específicas, puras y absolutamente visibles.
Yo soy lector empedernido ya que no existe momento o época de mi vida en la que no esté leyendo uno, dos y hasta más títulos de cualquier género literario. Pero cuando por ejemplo de libros de cuentos se trata, en los que es fácil comenzar y terminar determinada historia pudiendo pasar a otro libro para después retornar al anterior sin haber perdido el hilo de nada ya que la historia leída terminó en su momento, esto de estar leyendo varios libros a la vez se vuelve absolutamente fácil por el mismo tema de que no hay que estar recordando la historia dejada en el libro anterior, como decía recién, porque al volver únicamente será menester comenzar con una nueva, la siguiente, que forma parte este compendio de cuentos y relatos.
Decía que soy un lector empedernido y por lo tanto en mi vasta lectura que va desde un José Lezama Lima o una J. K. Rowling pasando por Margerite Duras, Italo Calvino, Clarice Lispector o Ian McEwan, hasta un Roberto Arlt o un Mai Jia, por citar algunos nombres, me he encontrado con diferentes estilos y abordajes de narraciones y siempre de todos he obtenido lo más brillante y lo más oscuro que se escondía en ellos ya que esa también es la tarea y la misión de los lectores. Por eso, cuando el brillo es tan grande que permite dibujar y observar como en una película lo que se va leyendo es necesario resaltarlo y comunicarlo a los demás porque quizás haya alguien que pueda interesarse en leer y ver este tipo de relatos tan gráficos que, una vez descubiertos, serán del total provecho para el afortunado lector o la afortunada lectora.
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