viernes, 17 de mayo de 2013

La muerte.

¿Qué es la muerte? Pero no filosóficamente hablando sino la muerte como la conocemos la mayoría de los seres vivos, esa que lleva nuestro cuerpo físico a la tierra, a la cremación o al nicho; así nomás.
Vemos morir a diario a muchas personas, ya sea en el noticiero de tevé o en alguna noticia de la que tomamos conocimiento por lo relevante de la personalidad que la protagoniza o por las características del mismo deceso. Pero ¿es la muerte algo que pasa así como una noticia y nada más en nuestras vidas, cuando nos roza más cercana y profundamente?
Y claro que no lo es, ya que según la ubicación que tengamos en el entorno del desarrollo de una muerte va a ser la forma en la que la asumamos y la contemplemos en nuestra vida.
Pasa seguido, es un hecho, y algunos somos afortunados al poder afirmar que no somos a diario partícipes de este tipo de desenlaces con una proximidad que nos llegue a conmover, por decirlo de alguna manera gráfica.
Pero cuando pasa o se sabe que podría llegar a pasar, así sea o no tan cercano el entorno a nuestro círculo preciado, ¿será que es en ese momento cuando uno se plantea y piensa en todo aquello que simplemente no se tiene en cuenta en otros momentos en los que nada de este tipo puede imaginarse o aproximarse a nosotros?
¡Qué se yo! Es complejo. Lo cierto es que la muerte, para los que quedan (al menos durante el tiempo posterior a un hecho de este tipo) no puede asumirse como un paso afortunado a otro lugar, como una felicidad porque se ha dejado de sufrir o se ha pasado a una mejor vida, o todo ese tipo de cosas (dichos) que se suelen adjudicar piadosamente al hecho de una muerte. Los que quedan sufren, lloran y siempre -en su egoísmo quizás- pretenderían que se extendiera un poco más la estadía en este mundo de vivientes (?) de quien ha muerto.
Escribir por estas horas algo así hace referencia, sin dudas, a que en algún punto y por algún lugar, no demasiado cercano quizás aunque sí preciado y valorado con respecto a alguna persona que participa de estas horas importantes, veo y siento -porque parecería que todo así lo indica- que se puede dar un suceso de estas características. Por eso vino a mi el tema de la muerte y por eso volqué algunas palabras -las que salieron en forma fluida- hablando de esto. Pueda ser que me equivoque con respecto a la presunción de un desenlace que lleve hasta el lugar que trato en esta entrada y que no suceda, ojalá; aunque quizás con este deseo y este ojalá estoy pecando de ese egoísmo del que hablaba antes, pensando sólo en los que quedan y no en quien lleva en su cuerpo y en su alma el ritmo sofocante de este camino de sufrimiento y cansancio continuos, en este caso particular.
Que sea lo que deba ser. No es tiempo de pretender desviar el camino de una persona. Lo mejor para ella será lo que suceda.
La muerte viene con nosotros desde que nacemos entonces, nadie escapa a ella. Es un tema más de nuestra vida como el crecer y envejecer; como la salud y la enfermedad, y como todo aquello a lo que no podemos evitar acercarnos -aunque no lo deseemos- en algún momento de este camino hacia... hacia... ¿hacia dónde? y sí, justamente hacia la muerte.

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