miércoles, 1 de mayo de 2013

Luces naturales y luces artificiales.

¿Qué puede hacer una luz externa y artificial ante la inmensidad de un cielo gris, encapotado y sin luz? No mucho, ¿no les parece?; salvo iluminar el tiempo que dure su breve existencia.
Algo así podemos contemplar comparativamente en nuestra vida cuando el panorama se pone gris y todo parece perder su sentido. Por tal motivo, no hay que temer -no es necesario hacerlo- ya que siempre el sol volverá a brillar y será entonces cuando lo haga con más fuerza para iluminarnos y arrojar claridad sobre nuestra vida.
Nada, jamás, podrá terminar apagando la llama que tenemos en nuestro interior y que sólo es menester de cada uno reavivar para poder volver a ser feliz, con su luz.
El cielo (nuestro cielo personal) podrá llenarse de nubes, podrá encapotarse, literalmente; pero si sabemos dónde y cómo buscar para dar vigor a nuestra luz personal, entonces no habrá necesidad de ninguna luz artificial en nuestra vida; es decir de alegrías (luces) pasajeras que sólo estén el tiempo que dure su efecto, dejándonos luego, al apagarse, en iguales condiciones a las que nos encontrábamos antes de experimentarlas.
Porque después de todo ¿qué puede hacer una luz externa, artificial y pasajera ante la inmensidad de nuestro ser si éste oscurece y no hacemos nada nosotros para evitar que ésto suceda? Por lo tanto nuestra luz es la clave a buscar y reavivar siempre, a pesar de todo; y a pesar del tiempo que este trabajo interno nos pueda llevar. Démonos tiempo. Pero sin aflojar.
Intentarlo es el primer paso y puede que resulte difícil; seguramente que sí. Pero la búsqueda interna siempre dará sus frutos y la luz aparecerá. Hay que desearlo, y con eso alcanza.
Por esto quise ilustrar la idea con la fotografía que muestra la insignificancia de una iluminación artificial bajo un cielo cubierto que anuncia un feo tiempo por delante; luz ficticia que nada puede hacer ante ese estado natural, salvo iluminar -obviamente- durante el lapso que dure su breve existencia hasta que se apague y deba ser reemplazada por otra, siempre pasajera, más nunca eterna.
Entonces, que la luz que tenemos ahí, en nuestro interior, la que es eterna, no se pague y seamos capaces de avivarla, es nuestra tarea. Nosotros somos la luz. Tengámoslo y tengámonos presente. Siempre.

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