martes, 7 de mayo de 2013

No nos roben la esperanza.

Muchas veces creemos (hablo de manera general ya que si bien no suele ser el caso de todos, sí es el del común de muchas personas) que ya nos han robado hasta la esperanza; metafórica y concretamente hablando, claro.
Y hablo de la esperanza a un nivel básico y hasta rudimentario, de esa esperanza que anida en el levantarse y saber que nos enfrentaremos, sea lo que fuere que ocurra, a un día más en nuestra vida; pero no por eso común sino un día especial por ser ese día en el que aún está todo por hacer(se) y por vivir(se).
Y mucha gente pierde el sentido de esta realidad única y especial que debe signar nuestro camino diariamente para volverlo importante, atractivo y agradable; y se ahoga en ese sinsentido de alejarse de esta verdad.
Y la vida nos lleva por distintos momentos, es cierto, muchos de los cuales no dan para ponerse a reparar en la belleza de cada día, lo sé; pero si podemos verlo por delante (ver ese día que está ahí para ser vivido), opino que ése debería ser motivo suficiente para albergar esperanza y cosas buenas.
Y si se perdió mucho en el transcurso de los días pasados habrá que arremeter con más fuerza para retomar la linda senda de la vida, porque después de todo ¿quién dijo que es fácil todo esto de vivir?
Una cosa es pretender -y lograr- hacer de esta vida un lugar placentero en la mayoría de sus horas aspirando a vivir feliz y sin sufrimientos ni trastornos que de nada sirven y no representan ayuda alguna para nuestra felicidad y otra es que todo sea fácil y que no represente ningún esfuerzo el lograr enfocar todo lo positivo por sobre lo malo que suceda; pero debemos pretender, siempre, siempre -entiendan- SIEMPRE, y desde lo más profundo de nuestro ser interior, vivir una vida luminosa, feliz y serena para poder trabajar entonces en el seguir manteniendo en ese curso nuestra existencia.
Siempre estará la esperanza de cada comienzo del día, esa que me acompaña a mi y debe acompañar cada despertar diario en todas las personas. Esa de saber que ese día que amanece(mos) será como deba ser, nada más que eso, porque ¿para qué crear expectativas?; con todo lo bueno que el universo tenga para nosotros y con aquello que debamos poner de nuestra parte para hacer que cada instante vivido sea sencillamente como deba ser, como nosotros sabemos que debe ser.
¡Qué no nos roben la esperanza, entonces! ¡Jamás! Es nuestra y no la podemos abandonar nunca, ni que queramos; sabiendo cada día, cada minuto, todo el tiempo, que vivir es parte de la gran esperanza que se contempla en cada ser, y en el mismo milagro de su vida.
Por tal motivo y partiendo de algo tan absoluto, especial e irrefutable, es un hecho que nada ni nadie, jamás, podrá robárnosla.

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