jueves, 4 de abril de 2013

Al 100%. Se es en todo o no sirve.

Por generosidad de mi pareja que quiso regalarme un par de zapatillas que me gustaban, sólo porque de verlas expresaba (yo) que eran muy lindas, me vi en la disyuntiva de tener que hacer lo que mi corazón mandaba con respecto a algo que pregono y aplico (mientras sea consciente de ello) en mi vida al 100%.
El tema es que el modelo de zapatillas que me obsequió es uno que además de contener algodón como parte de su capellada también tiene otro tipo de material que yo creí sintético hasta que leí y descubrí que era descarne, o cuero de vaca.
Aquí fue que en ese preciso instante, al descubrir que el calzado llevaba consigo restos de la piel de un cuerpo que fue seguramente mutilado para tal fin, o al menos matado bajo condiciones que suponen todo lo malo, feo y atroz que podamos imaginarnos con respecto a este tipo de desenlace que tiene lugar, valga la redundancia, en un sólo lugar: el matadero; no pude menos que rechazar dicho presente, aceptando cambiar esas zapatillas por otras que no implicaran sufrimiento animal para su armado.
Si bien podríamos decir que no fue una prueba personal el hecho de rechazar un producto de este estilo, para mi que ya vengo manteniendo esta forma de vida que alude al veganismo y a la lucha contra el especismo en cada cosa que haga, use, ingiera o tenga que ver con mis elecciones, sí lo fue en el aspecto de tener que, de una manera u otra, desairar el obsequio de mi novio rechazando en definitiva su presente; algo que hizo surgir en mi la necesidad de compartir esta experiencia en mi blog; experiencia que si bien no era necesaria para saber que me encuentro comprometido e inmerso en el mundo compasivo y solidario de todos los que consideramos a los animales dignos de los mismos derechos que los seres humanos fue una mini batalla más conmigo mismo, ganada, que si bien me dejó en su momento un poco abatido por tener que mantenerme intransigente con respecto a la decisión adoptada, aún a costas de herir susceptibilidades ajenas, pude hacerlo sintiéndome finalmente reconfortado y satisfecho conmigo por no hacer otra cosa más que lo que correspondía hacer.
Después de todo mi pareja me entendió en todo momento, ya que a pesar de no compartir en su totalidad mi forma de vida nunca me significa una resistencia a llevarla a cabo; así que el momento que comenté pasó a ser algo anecdótico finalmente, que dejó en mi una fortaleza aún mayor en mi forma de vida y en las decisiones que llevo adelante con respecto a ella.

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