sábado, 27 de abril de 2013

Momentos de maltrato y agresión.

Nadie necesita estar instruido en el tema o hacer demasiadas investigaciones sino que por el contrario basta con haber sido al menos una vez en la vida partícipe de alguna situación estresante donde el maltrato se haga presente desde lo verbal, lo silencioso (los silencios son armar de agresión usados en el momento y lugar justos), cuando no desde lo físico.
Es así que haciendo alusión a los dos primeros ejemplos de los tres enunciados como maltrato que uno puede haber presenciado en carne propia o viéndolo en terceros podemos decir que nada bueno, positivo o constructivo sale de esos momentos tan... ¿cómo llamarlos?, tan... de mierda.
Si se presentan dejan siempre una fea experiencia ineludiblemente plasmada al pasar el mal trago vivido que muchas veces persiste con el correr de los días posteriores al hecho. ¡Y ni hablar del transcurso o del "mientras tanto" de la situación de maltrato en sí misma! Ese sí que es angustiante, incómodo y doloroso de sobrellevar.
Existen, se generan, aparecen, y adquieren forma porque al menos una de las partes apuesta a llevar adelante tan desgastante y espantosa empresa, ya que aquí no es necesario que todas las partes intervinientes en una situación de maltrato adhieran a ella porque basta con que una sola arroje las municiones aunque la otra no las recepciones (no las haga carne, acepte, o de relevancia, etc.) para que se ponga de manifiesto un maltrato constante y sonante.
Muchas veces también se da que ambas partes -maltratadora y maltratada- aceptan el lugar que ocupan poniéndose en cierta manera de acuerdo para el fin tan denigrante de la agresión; pero qué decir entonces si ya esto es otro tema más rebuscado desde lo psicológico y desde lo existencial de cada uno; me parece.
Retomando el tema de ignorar por la parte receptora las agresiones proporcionadas adrede por la parte maltratadora (ignoradas 'en teoría' ya que todo lo negativo que se recibe en algo debe mellar sobre quien es destinatario/a por más que se ponga todo el énfasis y la fuerza para que tal mala energía no llegue a dañar), es un método efectivo ya que recurrir a esa desatención con respecto a lo que se esté recibiendo -siempre haciendo alusión a la agresión verbal o de silencios que dicen mucho, y no hablando de la física ya que en esta entrada ese tipo de agresión extrema no la abordo- hace que quien no puede hacer nada para evitar la agresión al menos al momento de recibirla, comience a desentenderse del maltrato recibido simplemente porque sabe, entiende y decreta que no es justificable hacer caso al mismo.
Porque estuvieron, están y seguirán estando los maltratos y las agresiones en cualquiera de sus formas y presentaciones, sólo hasta que la persona que los y las recibe cambie su forma pasiva -receptora- y transforme esas circunstancias desfavorables para todos los participantes de un hecho de maltrato y agresión en una situación que no se repite más en su vida y pasa a ser sólo un mal recuerdo.
Las formas se irán dando desde y a partir del mismo momento de decidir que nunca más se dé esta situación tan... ¿cómo llamarle?, tan... de mierda.

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