martes, 9 de abril de 2013

Para no ver más imágenes tristes y agobiantes como éstas.

¿Cuál será el mal ímpetu o motivo egoísta que mueve a una persona o asociación, y posteriormente a los individuos de una sociedad, a aceptar quitarle la libertad a un individuo que siente y desea ser libre como todos los seres vivos del planeta?
Es injusto y desesperante para la media de los seres vivos ser privados de la libertad cuando nada malo se ha cometido y cuando el derecho a ser libres es algo inalienable de cada individuo.
¿Por qué entonces no contemplamos esta idea para otros seres, diferentes a nosotros los humanos, y los encerramos en jaulas, peceras, cajas de cristal, y demás recintos que lo único que hacen es alejarlos de su sitio natural, ese que les debería tocar para vivir y desarrollarse plenamente junto a otros seres de su especie y del resto de las especies vivas que merecen los mismos derechos que los seres humanos, por ejemplo?
Es injusto, repito, que nada se haga con respecto a la quita de derechos de algunas especies, la animal básicamente, y que todo lo malo y atroz como los jardines zoológicos, los acuarios marinos, y los circos con animales, entre otros lugares, se vean como algo normal, natural, pintoresco y aceptable.
Es trágico que la visión de la gente en el mundo entero tome este tipo de cosas como absolutamente normales, no hay derecho. Y ni hablar de los encierros previos a las torturas seguidas de muerte que se comenten sobre millones y millones de animales diariamente en los mataderos para transformar esos cuerpos asesinados en comida humana.
¿Es qué no se ponen a pensar quienes consumen un trozo jugoso de carne, jugoso por la sangre que brota de él, que esa fracción de cuerpo que se va a ingerir fue una vida que seguramente al momento de comerlo, de no haber sido por la aberrante costumbre arraigada desde miles de años en la humanidad, podría estar viviendo y corriendo feliz por algún escenario de la naturaleza, disfrutando de la vida, de su vida?
No, yo creo que no, que definitivamente no se ponen a pensar en todo este tipo de cosas que derivan del simple pero no por esto menos horroroso hecho de llevarse un pedazo de carne a la boca.
Quizás porque saben que nunca podrá pasar a la inversa, es decir que sean los animales quienes alguna vez puedan pretender comernos a nosotros -con estructuras organizadas como mataderos humanos, mediante- que ni se ponen a pensar en lo que significa ocupar su lugar (el de los animales) con respecto a nuestra desfavorable mirada sobre ellos.
Por eso, la libertad y el derecho a vivir en total armonía con el planeta y el resto de las especies es algo que la raza humana debería aprender basándose en la vida de los animales que nunca vulneran la de sus congéneres o similares, a no ser por las cadenas que en forma natural y sabia se operan dentro de la naturaleza y entre todos sus habitantes; pero naturalmente, y sólo así.
Es cierto que con el tiempo va creciendo el número de personas que se comprometen y apuntan a privilegiar los derechos de los animales, producto de interesarse y tomar conocimiento primero, y conciencia después, de que ellos nos necesitan y somos nosotros los únicos que podemos comenzar a revertir su suerte, esa suerte que fue echada por nuestra especie y que por lo tanto es a los integrantes de la misma a quienes nos corresponde volver a situarlos en un lugar de estima, amor, respeto e igualdad.
Ojalá que cada vez crezca en número y calidad el tamaño de personas adeptas a salvarlos -de una u otra forma- y que pueda frenarse tanto sufrimiento y dolor inaceptable, irracional e inmerecido; para definitivamente y de una buena vez por todas no ver más imágenes tristes y agobiantes como éstas.


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