Ser bueno en la vida y servir, no sintiéndonos inútiles, innecesarios o menospreciados ante nada ni nadie, es algo sumamente importante que debe llevarnos a saber que hay diferencias insoslayables entre la calidad de una u otra gente, separando formación y cualidades innatas, entre unas y otras personas.
A saber. Uno puede ser un poco más o menos versado en letras que otros, más o menos culto a niveles de literatura leída o de escalones universitarios alcanzados pero hay algo que nadie puede comprar ni forjar a base de cultura adquirida y es el hecho de optar por pararse ante la vida de manera realista, valiente y decisiva frente a las cosas que debe enfrentar.
Tal es así que si alguien posee ese talento, esa virtud, de poder ser un ser racional (hasta frío) ante determinadas circunstancias de la vida pero también ser todo lo contrario, es decir sentimental y/o sensitivo y sensible, ante otras, es ahí donde la verdadera sapiencia se hace presente, más allá de esa que adorna a quienes son letrados de la vida académica pero faltos de tacto y sentido común ante la mayoría de otras cosas, las que prevalecen a cada momento de la vida.
Por eso, ¿qué podríamos decir acerca de la ignorancia que alude a la falta de formación intelectual, si por otro lado no es condición indispensable poseer esta formación para tener la sutileza de la ubicación y el buen tino frente al resto de las cosas de la vida, más que alegar que no debe significar un desmedro de la condición humana, de unos frente a otros, cuando en definitiva lo que verdaderamente importa para ser una persona íntegra no es ser aviesos en arte, literatura y todo aquello que venga a pulir nuestra vida y nuestra intelectualidad mejorando nuestra existencia y percepción de las cosas (como no cabe duda que la adquisición de tales saberes viene a representar en favor de quienes los adquieren) sino ser perceptivo e inteligente desde el razonamiento ejercitado con la reflexión y el análisis periódico de lo vivido, para poder de esta forma alejarnos de la ignorancia verdadera que quizás tiñe a quienes, aunque ultra galardonados de conocimientos y formación, no pueden superar el estadío de quedarse en las notas de color o en la superficialidad de lo vivido (en todo aquello que no necesita de la cáscara intelectual) para enfrentarlo, afrontarlo, evaluarlo, manejarlo o sortearlo y seguir adelante?
Por eso, parafraseando a alguien quizás un poco vulgar pero auténtico, como Jacobo Winograd, y cambiando las palabras y el sentido de su frase, podemos decir que: "sensibilidad mata conocimiento".
A saber. Uno puede ser un poco más o menos versado en letras que otros, más o menos culto a niveles de literatura leída o de escalones universitarios alcanzados pero hay algo que nadie puede comprar ni forjar a base de cultura adquirida y es el hecho de optar por pararse ante la vida de manera realista, valiente y decisiva frente a las cosas que debe enfrentar.
Tal es así que si alguien posee ese talento, esa virtud, de poder ser un ser racional (hasta frío) ante determinadas circunstancias de la vida pero también ser todo lo contrario, es decir sentimental y/o sensitivo y sensible, ante otras, es ahí donde la verdadera sapiencia se hace presente, más allá de esa que adorna a quienes son letrados de la vida académica pero faltos de tacto y sentido común ante la mayoría de otras cosas, las que prevalecen a cada momento de la vida.
Por eso, ¿qué podríamos decir acerca de la ignorancia que alude a la falta de formación intelectual, si por otro lado no es condición indispensable poseer esta formación para tener la sutileza de la ubicación y el buen tino frente al resto de las cosas de la vida, más que alegar que no debe significar un desmedro de la condición humana, de unos frente a otros, cuando en definitiva lo que verdaderamente importa para ser una persona íntegra no es ser aviesos en arte, literatura y todo aquello que venga a pulir nuestra vida y nuestra intelectualidad mejorando nuestra existencia y percepción de las cosas (como no cabe duda que la adquisición de tales saberes viene a representar en favor de quienes los adquieren) sino ser perceptivo e inteligente desde el razonamiento ejercitado con la reflexión y el análisis periódico de lo vivido, para poder de esta forma alejarnos de la ignorancia verdadera que quizás tiñe a quienes, aunque ultra galardonados de conocimientos y formación, no pueden superar el estadío de quedarse en las notas de color o en la superficialidad de lo vivido (en todo aquello que no necesita de la cáscara intelectual) para enfrentarlo, afrontarlo, evaluarlo, manejarlo o sortearlo y seguir adelante?
Por eso, parafraseando a alguien quizás un poco vulgar pero auténtico, como Jacobo Winograd, y cambiando las palabras y el sentido de su frase, podemos decir que: "sensibilidad mata conocimiento".
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